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Felicidad

“Ella tenía una sonrisa melancólica”.
“En la habitación se percibía un silencio ensordecedor”.
“Fue una experiencia agridulce”.
“Un fuego helado que penetraba los huesos”.

¿Notas algo extraño en estas frases? ¡Sin dudas! Tienen palabras contradictorias. ¿Cómo sería un fuego helado o una sonrisa triste? ¡Imposible!

Estamos aquí en presencia de una figura retórica llamada oxímoron, que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto. Sin saberlo, tal vez, solemos usar el oxímoron en la vida cotidiana (de más está decir que es muy utilizado en poemas y en textos literarios).

Cuando intentamos unir o relacionar las palabras “felicidad” y “Apocalipsis” tenemos la certera sensación de que algo no coincide. Bien podríamos agregar este oxímoron a la lista: “felicidad apocalíptica”. ¿Cómo es que puede ser feliz un libro que habla de dragones que atacan, la copa de la ira de Dios, bestias que persiguen y matan, tribulaciones, persecuciones y martirios? No hay manera lógica de pensar que Apocalipsis sea un libro tranquilo y apacible como Salmos o con historias agradables sobre Jesús como las que tienen los evangelios.

Sin embargo, hay felicidad en el Apocalipsis. Y mucha. En todo el libro, siete veces aparece la palabra “bienaventurado” (sí, el mismo término en griego que usa Mateo para las bienaventuranzas en el capítulo 5 de su libro).

Los invito a leer estas siete bienaventuranzas apocalípticas y a descubrir en cada una de ellas un mensaje de ánimo e instrucción para nuestra vida. Por eso hoy, desde la lejana Isla de Patmos, este mensaje atraviesa los tiempos y las edades y llega hasta nosotros.

DESARROLLO

1. La felicidad de estudiar la Biblia: Apocalipsis 1:3

El imaginario colectivo popular piensa que la felicidad es viajar, estar relajado en el sillón de la sala viendo Netflix o acostado en la cama actualizándose con las redes sociales. Pero ¿felicidad en estudiar? Sí. No se trata de una actividad académica donde hay que rendir un examen; pero sí de un ejercicio diario, personal y vital para la vida cristiana. Un día en el que no abrimos la Biblia es un día en el que no escuchamos la voz de Dios para que nos guíe y aliente. Abrir la Biblia es como abrir una ventana hacia la eternidad. No debemos desperdiciar este tremendo privilegio.

En la época de Juan, no todos tenían acceso físico a un ejemplar de los rollos sagrados. Al asistir a la sinagoga, la persona designada leía una porción de la Palabra de Dios. Por eso la primera bienaventuranza está en singular (“feliz el que lee) y las dos siguientes en plural (“los que oyen y los que guardan”). Si bien pocos podían leer, to- dos podían escuchar, entender y obedecer. Hoy no tenemos esas restricciones. Todos tenemos acceso a un ejemplar de la Biblia, incluso hasta digitalmente.

Pero este privilegio implica una gran responsabilidad. No basta solo con conocer el contenido de la Escritura. La felicidad también radica en ser obedientes a lo que ella dice, tal como lo expresa Lucas 11:28: “Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”.

Leamos el libro de Apocalipsis y seamos felices.

2. La felicidad del deber cumplido: Apocalipsis 14:13

Si antes hablamos acerca del oxímoron, este texto bien podría enmarcarse en lo que llamamos una paradoja (es decir, una frase o dicho aparentemente contrario a la lógica). El texto dice que los que mueren son felices. Pero claro, no se trata de cualquier muerte. Dice “los que mueren en el Señor”. Y, si bien la muerte es algo triste, no es una tragedia final para una persona que muere lista para ir al Cielo. Como bien dijo San Pablo, el vivir es Cristo y el morir es ganancia (Filipenses 1:21).

Esta bienaventuranza se enmarca en el contexto del mensaje de los tres ángeles y se refiere a aquellos que ya han cumplido su obra en esta Tierra. Cuando esto ocurrió, la providencia divina decide que pasen al descanso, sabiendo que pronto resucitarán (1 Tesalonicenses 4:13-18). El texto dice que son felices porque cesarán sus trabajos pero que sus obras siguen con ellos. Desde luego, esto no significa que estas personas justas seguirán viviendo en algún lugar luego de morir. No. La Biblia es muy clara al respecto del estado de los muertos: nada saben, están durmiendo, perecen en su totalidad (su cuerpo, su alma, todo) y los justos resucitarán cuando Jesús regrese por segunda vez (Eclesiastés 9:5-7; Salmos 146:4). Que “sus obras sigan” hace referencia al buen legado y a la sana influencia que dejaron estas personas con su vida y su ministerio. Y al morir, se los sigue recordando así.

Hay una manera de saber si tu misión en este mundo ha terminado: Si estás vivo, no ha terminado. Por eso, cumple hoy lo que Dios te manda. Sé parte de la misión. También en esto hay felicidad.

Leamos el libro de Apocalipsis y seamos felices.

3. La felicidad de estar preparados: Apocalipsis 16:15

En la Biblia nunca se nos dice que debemos prepararnos para la Segunda Venida de Jesús. No. Dice que debemos estar preparados (Mateo 24:44). Esta diferencia de tiempo verbal puede ser la diferencia entre la muerte para siempre y la vida eterna.

Tanto en Apocalipsis como en Mateo 24, Jesús advierte que vendrá sorpresivamente, como ladrón. Noten lo interesante del simbolismo: Si bien en otras partes de la Biblia se identifica al ladrón con Satanás, aquí se lo usa como símbolo de Cristo dada su aparición repentina.

Además, el versículo de Apocalipsis 16:15 nos invita a “lavar nuestras ropas”, es decir a guardar los mandamientos de Dios y vivir acorde a ellos. Por eso, debemos velar; o sea, estar atentos y vigilantes. Esta acción implicaba estar a la luz de la vela y despiertos durante toda la noche. En esta batalla espiritual no podemos dar ventajas. Debemos estar vigilantes y no podemos postergar nuestra preparación. Esta debe hacerse hoy, ahora. No seamos como el siervo de la parábola que decía: “Mi amo tardará en venir”. Y ese razonamiento le daba luz verde para tener un estilo de vida alejado de los principios divinos (Mat. 24:45-51).

Estar listos hoy nos da paz y dicha.
Leamos el libro de Apocalipsis y seamos felices.

4. La felicidad de ser parte: Apocalipsis 19:9

¿Alguna vez te han invitado a un casamiento? ¿Fue una invitación a la ceremonia reli- giosa en la iglesia y luego a la fiesta o solo te invitaron a la iglesia? Por temas de pre- supuesto y logística, muchas parejas invitan a todos los amigos y conocidos al templo donde será la boda. Pero, la fiesta, con comida incluida, suele ser solo para los familiares y amigos más cercanos.

¡Qué lindo es recibir invitaciones! ¡Qué lindo es ser parte!
Pero aquí no somos invitados a cualquier celebración. Se trata, nada más ni nada menos, que de la fiesta de bodas más sublime del universo. El Apocalipsis es un libro simbólico y allí el Esposo representa a Cristo y la esposa a su iglesia. Que ella sea pura y virgen implica que no está contaminada por doctrinas paganas (ver Apocalipsis 17:1-6).

Es interesante notar también que la metáfora que Dios usa para reflejar la unión con su pueblo es la del matrimonio heterosexual, monogámico y permanente. Esto no solo tiene correlación con Génesis 1 y 2, sino también con toda la Escritura.

Dios nos invita hoy a esta inmensa celebración. Podemos ir a él para obtener su perdón y comenzar la preparación para el Cielo. Se sabe: nadie entra a una fiesta sin un vestuario acorde a tal ocasión. Aquí sucede lo mismo (ver Mateo 22:11). Solo si tenemos el manto de la justicia de Cristo y un carácter acorde al de él podremos entrar en el Cielo. ¡Qué alegría!

Leamos el libro de Apocalipsis y seamos felices.

5. La felicidad de vencer la muerte: Apocalipsis 20:6

Hablamos algo de este tema en la segunda bienaventuranza. La muerte es nuestro mayor enemigo, pero es también la paga de nuestro pecado (Romanos 6:23). Estamos condenados a morir. Pero por la gracia de Dios y la victoria de Jesús, nuestro salvador, podemos obtener la vida eterna.

Antes hablamos de la felicidad de morir en el Señor y ahora se menciona la felici- dad de tener parte en la primera resurrección. ¿De qué se trata esto? Lo podríamos explicar así.

Todas las personas que mueren resucitarán, pero no todas compartirán el mismo destino ni lo harán al mismo tiempo (Daniel 12:2, Lucas 14:14, Juan 5:28, 29). Los muertos justos resucitarán cuando Jesús regrese (1 Tesalonicenses 4:13-18) e irán al Cielo por mil años (Apocalipsis 20:4). Por su parte, los muertos injustos resucitarán luego del milenio, cuando Jesús regrese a la Tierra para purificarla y para que todos vivamos allí por siempre (Apocalipsis 20:5).

A su vez, en la Biblia se diferencian dos tipos de muerte. Se llama “primera muerte” a la muerte natural, la que gran parte de los seres humanos sufrirán (solo los que hayan ido o vayan a ir al Cielo sin ver la muerte no pasarán por esta experiencia). Esta muerte es triste, pero no es el final definitivo. Hay resurrección y esperanza luego de esta muerte. Por eso, esta bienaventuranza se refiere a esto. Y se llama “segunda muerte” a la que ocurrirá luego del milenio. Allí Dios destruirá el pecado para siempre (y a las personas que decidieron ir por ese camino). Luego de esta muerte no hay más resurrección ni esperanza.

Por eso, Apocalipsis 20:6 dice: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la pri- mera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”.

¡Qué alegría saber que Dios solucionó nuestro mayor problema y que gracias a él venceremos la muerte!

Leamos el libro de Apocalipsis y seamos felices.

6. La felicidad de ser guardianes de la Palabra: Apocalipsis 22:7

El último capítulo de la Biblia trae consigo las dos últimas bienaventuranzas. Parece que cuando nos vamos acercando al final, Dios quiere recordarnos el dichoso destino que nos espera.

Luego de reafirmar que las palabras de la Biblia son fieles y verdaderas, se sostiene que la felicidad está en guardar las palabras que Dios reveló.

Guardar no solo significa obedecer, sino también salvar o conservar. Somos llamados no solo a vivir las sagradas verdades de la Biblia, sino también a resguardarla asegurando su impresión y difusión. Hubo épocas en la historia de este mundo en que los escritos sagrados eran quemados y destruidos. La Biblia fue perseguida, y quienes la poseían también lo eran.

Pero, por la gracia de Dios, siempre hubo hombres y mujeres fieles que arriesgaron su vida y prestigio para resguardar la Palabra de Dios. Invirtieron su tiempo y dinero para traducir e imprimir Biblias a fin de difundirlas. Un pueblo que lee y estudia la Biblia es un pueblo con valores. Y marca una diferencia.

Hoy, nosotros tenemos ese privilegio y esa responsabilidad. También en esto hay felicidad.

Leamos el libro de Apocalipsis y seamos felices.

7. La felicidad de la vida eterna: Apocalipsis 22:14

Lo dijimos. El Apocalipsis tiene “mala prensa” o una “mala imagen”. Parece que está lleno de temor y situaciones que dan miedo, pero no. Es un libro que rebosa de maravillosas promesas. Y no puede menos que terminar con esta alentadora declaración: ¡Vamos a tener acceso al árbol de la vida!

Por supuesto, la salvación es un regalo de Dios. Nuestra parte es ir a él para que nos justifique y santifique. Y como fruto de esa relación con él dar buenas obras. La última bienaventuranza de la Biblia está en armonía con todo el contenido: la obediencia a los mandatos de Dios trae felicidad.

Como se mencionó anteriormente, “lavar las ropas” es un simbolismo de “obedecer los mandamientos”. No hay secretos mágicos ni soluciones extrañas. Es muy simple: la fidelidad trae recompensa. Pero somos nosotros los que decidimos. Adán y Eva decidieron y, al desobedecer, tuvieron su consecuencia. Esto sucede en todos los relatos y en todos los versículos de la Biblia. Basta recordar el de Eclesiastés 12:13, 14: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”. Asimismo, Salmo 1: 1-3 nos recuerda dónde radica la verdadera felicidad: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae. Y todo lo que hace, prosperará”.

Apocalipsis sigue en esta misma tónica. Luego de la bienaventuranza de Apocalipsis 22:14, el versículo 15 dice: “Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira”. Es decir, el que elige el camino del pecado cosechará frutos acordes a su elección. Dios nos da libertad de acción. En nosotros está la decisión.

¿Tienes tú un árbol favorito? ¿Cuál es? Desde niño (gracias a la lectura de libro El principito) me gustaban los baobabs. Eran épocas en donde no había Internet, así que obtenía toda la información sobre ellos en libros o enciclopedias. La primera gran desilusión fue saber que estaban en África. No solo un inmenso océano me separaba de ese árbol. También había razones económicas y de logística. Crecí pensando que nunca podría estar bajo mi árbol favorito.

Los años fueron pasando y el mundo cambió (para bien y para mal). Mediante la red de redes no solo obtuve más información acerca de este árbol, sino también más fotos y videos. Ahora los baobabs me parecían más cercanos y reales.

Las vueltas de la vida y los viajes del trabajo me depositaron un frío mes de julio en Sudáfrica. Allí, visitando el Parque Kruger, se encendió la esperanza. Al fin conocería al árbol de mi niñez. Pero eso no fue posible. Los baobabs se encontraban a más de 400 km de donde estábamos nosotros.

Días más tarde, al visitar un jardín botánico de ese país, me llevé una grata sorpresa. En el invernadero del lugar había un baobab. Uno solo, pero ya con eso se cumplía el sueño de mi niñez. ¡Al fin estaría cerca de mi árbol favorito! Entré, y en el lugar no había nadie (todos estaban viendo las hermosas flores afuera). Me acerqué y lo toqué. Pasé un tiempo recordando cuánto tiempo había querido conocer este árbol. Gracias a Dios, a los pocos minutos, apareció un grupo de turistas orientales y les pedí que me saquen una foto con el árbol. El sueño estaba cumplido.

CONCLUSIÓN

Nuestro mayor anhelo es estar en el Cielo con Jesús junto al árbol de la vida. Es un sueño que, a veces, parece lejano y distante. Nos separan de él un océano de peca- dos. La desesperanza nos invade y las presiones de este mundo nos ahogan, hacién- donos perder de vista la Patria celestial.

Pero un día, esto se concretará. Los justos irán al Cielo y disfrutarán de la eternidad con Dios, gracias al sacrificio de Jesús en la Cruz.

Yo pude estar bajo mi árbol favorito, pero mi gran deseo es estar bajo el árbol de la vida. Y quiero que tú también estés allí conmigo. Ese será el máximo sueño.

Te invito hoy a estudiar el Apocalipsis y a contarles a otros de este mensaje. Y, al hacerlo, tengamos una sonrisa, por supuesto; ya que leer este libro nos da felicidad. Elena de White escribió en Joyas de los Testimonios, tomo 3, p. 279: “En todo el libro del Apocalipsis se encuentran promesas preciosas y alentadoras, así como advertencias del significado más solemne. ¿No querrán leer el testimonio dado por Cristo a su discípulo Juan los que pretenden poseer un conocimiento de la verdad?”.

Leamos el libro de Apocalipsis y seamos felices.

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