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Movimiento Mundial

Apocalipsis 12:1, 2

¿Por qué hay tantas religiones? ¿Se ha hecho esa pregunta? La respuesta no es difícil de encontrar. Haremos una pausa en el examen de las iglesias individualmente, para descubrir una profecía en el centro del libro de Apocalipsis que terminará con la confusión que muchas personas tienen ante tantos diferentes “caminos hacia el cielo”.

Comencemos el estudio en los Alpes del norte de Italia y al sur de Suiza, donde, hace muchos años, vivió un pueblo gentil llamado los valdenses. Por muchos siglos, ellos mantuvieron la luz de la verdad brillando en medio de las tinieblas espirituales. Los valdenses preservaron la antigua fe que fue entregada a los santos por Jesucristo en persona y por los apóstoles; la fe que había sido descuidada y mal utilizada por los líderes religiosos.

Ahora, quiero hacerle una pregunta: ¿la erosión de la fe por parte de la iglesia cristiana lo sorprende? Después de todo, los registros del Antiguo Testamento muestran una relación continua con la apostasía. Y el Nuevo Testamento predice que la historia se repetirá.

Una vez más, un alejamiento constante de la verdad corrompería la verdadera fe. Los apóstoles Pedro y Pablo fueron alertados sobre eso. Bien, el libro de Apocalipsis también predice las luchas del pueblo de Dios durante la era cristiana. “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento” (Apocalipsis 12:1, 2).

Ahora, ¿quién es esa mujer? Bueno, en la Biblia, Dios usa muchas veces el símbolo de la mujer para representar a la Iglesia. Una mujer pura representa a sus seguidores sinceros, y una mujer inmoral representa el cristianismo caído. Por lo tanto, la mujer pura de Apocalipsis 12 debe representar al pueblo fiel de Dios. Y la mujer está emba- razada. Pronto, el niño está siendo atacado. “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata [...]. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese” (Apocalipsis 12:3, 4).

El dragón es Satanás, el enemigo mortal de la Iglesia. ¿Recuerda cómo Satanás, trabajando a través de Herodes, el emperador romano, intentó destruir a Cristo, matando a todos los bebés del sexo masculino en Belén? Pero el niño Jesús escapó con su madre, María, y José. Usted conoce la historia.

Después que Cristo creció y comenzó su ministerio, el enemigo lo atacó con una nueva estrategia. Él abordó al Señor en el desierto con varias tentaciones engañosas. Pero Jesús no traicionó su fe. Enfurecido, Satanás intentó otra táctica. Él atrajo a los líderes religiosos con sus engaños. Cuando obtuvo el control de los líderes religiosos de la época, el enemigo usó a los líderes para perseguir a Jesús.

Aparentemente, ellos vencieron a Cristo en la cruz, pero él resucitó victorioso de la tumba para ascender al trono de Dios. “Y ella [la iglesia] dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (Apocalipsis 12:5).

El diablo se frustró con sus ataques al Hijo de Dios. Entonces, decidió volverse contra la mujer, la Iglesia. Él atacó al pueblo de Dios con la misma estrategia que había usado contra Jesús. La historia se repitió de manera increíble.

Primero, el diablo intentó matar a la naciente iglesia. Él usó a los líderes romanos como sus agentes, como lo había hecho contra el niño Jesús. Pero, a pesar de la feroz persecución de Nerón y sus sucesores, el cristianismo sobrevivió y creció. Satanás percibió que no podría destruir al pueblo de Dios por medio de la violencia. Entonces, el enemigo se acercó con tentaciones sutiles. Él pretendía atraer a los líderes, haciendo concesiones en su fe. Muchos se rehusaron a ceder, permaneciendo fieles al Señor, como Jesús lo había sido cuando fue tentado. Pero el enemigo logró una vez más manipular a los líderes religiosos de la época. Y, como en el tiempo de Cristo, la verdad fue enterrada en la tradición. El pueblo fiel de Dios, al rehusarse a participar de la apostasía, fue marcado para morir, como Jesús lo había sido.

La historia registra el hecho trágico. Uno puede encontrarlo en cualquier biblioteca. Los líderes religiosos martirizaron a millones de creyentes sinceros sin ningún crimen, a no ser el de seguir la Palabra de Dios.

Durante muchos siglos, los santos tuvieron que vivir escondidos. “Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días” (Apocalipsis 12:6).

Hay una profecía de tiempo, un periodo de persecución que dura 1.260 días. ¿Esos días son literales o simbólicos? Es bueno recordar que el libro de Apocalipsis trata con símbolos. Recuerde también que la persecución duró muchos siglos, mucho más que los 1.260 días. Sin embargo, en la profecía simbólica, un día representa un año. Por eso, probablemente, sean 1.260 años. Eso es lo que enseñaron los reformadores. Martín Lutero y otros creían que ese periodo de tiempo representaba 1.260 años de opresión sobre la Iglesia en la Edad Media. La historia confirma eso. En el siglo VI, la Iglesia fue influenciada por el emperador Justiniano al expedir un decreto reti- rando toda la protección a los herejes, como eran llama- dos los fieles seguidores de Dios. Esa persecución había alcanzado una furia incontrolable en el 538 d. C.

Sumando 1.260 años al 538, llegamos a un poco antes de nuestra época: el año 1798. Exactamente en ese año, Napoleón interrumpió el poder que venía oprimiendo a los fieles. Así, durante los siglos negros, como la profecía de Apocalipsis 16:23 predice, el pueblo de Dios fue a los escondites.

Las montañas de los Alpes y de otros lugares remotos de la Tierra protegieron a la Iglesia, que sobrevivió. Aunque a veces la iglesia haya estado muy débil, la luz de la verdad jamás se apagó por completo. Los valdenses adoraban a Dios en una capilla secreta llamada “Chiesa de La Tana”, que quiere decir “Iglesia de la Tierra”. Solo se puede descender el túnel rocoso que lleva al salón de reuniones de la Iglesia, apoyándose en las manos y en las rodillas. En esa misma caverna, camuflada por la natu- raleza, por muchos años, los valdenses adoraron a Dios.

Pero finalmente llegó el día en el que un grupo de ellos fue cercado por soldados que hicieron una fogata en la abertura. El oxígeno fue consumido, y los valdenses cantaron alabanzas a Dios hasta dejar de respirar. Estaban felices por dar sus vidas en lugar de renunciar a su fe.

Nadie sabe cuántos creyentes verdaderos derramaron su sangre durante el largo exilio de la iglesia en el desierto. Pero, así como Dios cuidó de su Hijo, él también preservó a su pueblo. Y como Jesús salió de la tumba victorioso, la iglesia finalmente emergió de su hibernación en el desierto.

La palabra “iglesia” aquí no significa religión luterana, religión bautista, o religión adventista. En el Nuevo Testamento, la palabra “iglesia”, del griego ekklesía, quiere decir simplemente “los elegidos”. ¿Le gustaría ser uno de los elegidos de Dios?

Vamos a considerar una ilustración que ayudará en la comprensión de la experiencia del pueblo de Dios en Apocalipsis 12. Supongamos que usted está en pie al lado de una colina, viendo una enorme planicie que se extiende por kilómetros. Usted nota un camino de hierro que cruza la planicie y desaparece en un túnel. De pronto, escucha el sonido de un tren acercándose. Una enorme locomotora antigua con dos vagones pasa velozmente.

Ahora, si la locomotora, con sus bellos vagones, desapa- reciera en un lado del túnel, ¿no esperaría que la misma locomotora, con los mismos vagones, saliera del otro lado? Claro que sí. ¿Y si la locomotora, con los dos bellos vagones de pasajeros, entrara por un lado de la montaña, y del otro lado saliera un tren moderno a Diesel, arrastrando los vagones? Usted diría “Algo ocurrió con el tren dentro del túnel”. Y tendría razón.

Vamos a olvidarnos de los trenes por un momento e imaginar que la verdadera iglesia comenzara a seguir el camino del tiempo en el inicio de la era cristiana. Visualice la Iglesia de Apocalipsis 12 con su fe pura, viajando por los siglos. Y allí, por el año 538, se hizo necesario, a fin de preservar la fe, que esta se escondiera. Por eso, desaparece en el túnel del desierto por más de mil años.

¿Usted no esperaría que la misma iglesia, enseñando el mismo cuerpo de verdades, el cual desapareciera hacía tantos años, emergiera del túnel del desierto enseñando el mismo mensaje que los primeros cristianos enseñaron?

Claro que sí.

¿Y si del túnel no saliera una iglesia, sino muchas iglesias, muchas religiones diferentes? Uno diría que algo tiene que haber ocurrido dentro del túnel y estaría en lo correcto.

La historia de la iglesia revela que algo perturbador ocu- rrió durante la Edad Media. La verdad sufrió, se frag- mentó, pero sobrevivió.

Hemos notado como Dios intervino para restaurar la verdad descuidada, parte por parte. Como él levantó reformadores, uno por uno, para traer de vuelta la verdad que había sido olvidada durante los largos siglos en el desierto. Martín Lutero apareció en escena para restau- rar la pulsación del cristianismo. Y la Reforma comenzó, pero no terminó en el siglo XVI.

La luz apenas comenzaba a surgir en el desierto del túnel. Francamente, ¿podríamos esperar que todas las verdades escondidas por tanto tiempo pudieran ser recuperadas de inmediato? No, probablemente no.

Lutero redescubrió que el perdón viene por la fe sola- mente en Jesucristo. Y así tenemos la Iglesia Luterana. Pero la importancia de algunas otras verdades no fue vista claramente por Lutero.

Algunas de esas verdades descuidadas vinieron después, como el bautismo por inmersión, que fue recuperado por los anabaptistas. Los anabaptistas se acercaron a los grandes estudiosos protestantes e intentaron convencerlos a aceptar esa nueva luz, pero ellos no la aceptaron.

Así, nació la Iglesia Bautista. Y cuando otras verdades vinieron a través de Wesley, las iglesias establecidas las rechazaron. Eso hizo nacer a los metodistas.

La historia continúa así. Es la triste tendencia humana de confiar en el pasado, trazar un círculo en torno de las creencias y llamarlas credo. Esos credos originales ayudaron a reinstalar los fundamentos del cristianismo. Pero ellos no hicieron provisión para la luz futura. Por eso tenemos tantas religiones hoy. “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18).

¿Puede ver lo que Dios está intentando hacer con su pueblo? Él quiere preservar cada rayo de luz que cada reformador guardó tan cuidadosamente, sumándole nuevas verdades descubiertas que también se habían perdido a través de los siglos. Él quiere presentar ese mensaje en toda su belleza original al mundo tan desesperadamente necesitado. Y eso viene ocurriendo. Lento, pero seguro, las verdades escondidas en la confusión de la Edad Media están surgiendo. Conforme las verdades adicionales son recuperadas, otros movimientos han surgido, cada uno defendiendo nueva luz redescubierta.

Ahora vamos a leer Apocalipsis 12:17: “Entonces el dragón [Satanás] se llenó de ira contra la mujer [la iglesia]; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.

Tenemos una descripción del pueblo de Dios en los últimos días. Recuerde: no estamos hablando específi- camente sobre religiones, sino sobre el pueblo de Dios. ¿Notó cuáles son las características que lo identifican? Guardar los mandamientos de Dios y tener el testimonio de Jesús. ¿Los Diez Mandamientos podrán contener alguna verdad descuidada? No. ¿Y sobre el cuarto man- damiento? ¿No es una verdad muy descuidada? ¿Notó que el cuarto mandamiento, el que trata del sábado, es diferente de los otros? Nueve de los Diez Mandamientos nos dicen lo que debemos hacer para Dios y para nuestro prójimo. Pero el mandamiento del sábado nos dice lo que Dios hizo por nosotros. Él nos invita a compartir el des- canso merecido por Dios por su obra (Éxodo 20:8-11).

Cada semana, el sábado nos dice que nos apartemos de las obras humanas y descansemos en las obras de Dios por nosotros. Y eso es el evangelio. Sin el descanso del sábado, la obediencia a la ley de Dios se vuelve legalista. Jamás se olvide de esto: no somos salvos por guardar la ley de Dios. Somos salvos por descansar en Cristo. Eso es el evangelio. Y también lo es el mensaje del sábado. Entre los deberes esenciales bosquejados en la ley, el sábado nos ofrece descanso en las obras de Cristo por nosotros.

Conclusión

¿Qué herencia tiene Dios para nosotros hoy? Destacando las verdades vitales recuperadas por los grandes reformadores y en los gloriosos momentos finales de la Reforma, todavía redescubrimos verdades. ¿No deberíamos todos continuar avanzando en dirección a la luz? ¡Qué desafío para el cristiano! Y ahora, cuando nos acercamos al final, quiero contarles una linda historia que ocurrió hace no mucho tiempo.

Un niño apacentaba las ovejas del padre. No muy lejos de allí, en ese valle, un muchacho vecino apacentaba las ovejas de su padre. Bien, los muchachos se hicieron muy amigos. Un día, una fuerte tempestad llegó de pronto, y los muchachos con sus ovejas se refugiaron en una gran caverna. Cuando la tempestad pasó y era hora de que ellos se fueran a sus casas, surgió un problema. No podían separar las ovejas. Ellos conocían algunas, pero tenían dudas sobre otras.

Finalmente, desesperados, con miedo de ser castigados por sus padres, se fueron a sus casas. Uno se fue por un camino y el otro, se fue por otro. ¿Qué creen que pasó? Sí, las ovejas se separaron solas, cada una siguiendo a su propio pastor.

¿Usted es una oveja de Cristo? Lo es si lo sigue cuando él revela la verdad en su Palabra, sea cual sea esa verdad. Y usted puede tomar esa decisión delante del Señor ahora mismo.

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