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El último evangelio

“Es imposible que el alma florezca mientras la oración no es un ejercicio especial de la mente” (2TI, 189).

Por eso, primero siempre Dios, todos los días, hasta el último día.

Texto: Apocalipsis 14:6

En su libro Truth or Propaganda [verdad o propaganda], el pastor George Vandeman cuenta esta historia: “Hace algunos años, un pastor guiaba a un grupo de jóvenes en una excursión por los valles de los valdenses en la región del Piamonte, en Italia. Una noche, mientras cantaban alrededor de una fogata y contaban historias de misiones, algunos valdenses se acercaron y, en la oscuridad, se pusieron a escuchar. Se conmovieron al escuchar el testimonio de aquellos jóvenes que cantaban sobre el regreso de Jesús.

“Cuando las canciones y las historias terminaron, un anciano valdense fue a la fogata y dijo: ‘¡Continúen! Nosotros, los valdenses, tenemos una herencia de la cual estamos orgullosos. Estamos muy orgullosos de la historia de nuestro pueblo, de cómo luchó para preservar la luz de la verdad en lo alto de estas montañas y valles. Esa es nuestra gran herencia del pasado, pero no tenemos un futuro. Abandonamos las enseñanzas en las cuales creímos una vez. Lo triste es que no seguimos con la valentía necesaria para enfrentar el futuro. ¡Ustedes deben llevar esta obra adelante!”.

Sí, alguien tiene que llevar el mensaje, portar la antorcha de la verdad por la cual Cristo murió, y finalmente preservarla. Alguien tiene que permanecer en vigilancia hasta que él venga.

Las palabras de aquel anciano valdense todavía hacen eco en esta generación: “¡Ustedes deben llevar esta obra adelante!”. No fallemos justamente ahora.

El término evangelio significa buenas nuevas. En la literatura griega, evangelio se refería tanto a la muerte del enemigo como a la llegada del emperador romano a una batalla a fin de liberar y salvar a los suyos de la tribulación. ¡El evangelio es victoria!

Apocalipsis nos enseña que antes del fin del mundo de pecado, Dios enviaría un agente que en su nombre daría el último grito de victoria para llamar a los hombres del mundo entero a adorar a Dios, el emperador.

La mayoría de los religiosos concuerdan en que Jesús murió por los pecados. Sin embargo, no logran un con- senso en un único significado en cuanto a lo que es el evangelio.

Una de las varias formas de definir lo que es el evange- lio es hacer tres preguntas:

¿Por qué vino Jesús a la Tierra? ¿Por qué murió? ¿Cuál es el propósito u objetivo del evangelio?

ARGUMENTACIÓN

1. ¿Por qué vino Jesús?

a. Vino para salvar a su pueblo de los pecados (Mateo 1:21).

Los pecados son del pueblo, pero el pueblo no pertenece al pecado. El pueblo tiene a su Dueño, y Jesús vino a revelarlo.
Por lo tanto, si el pecado es su sepultura, Jesús es la resurrección.

En nuestras vidas hay muchas cosas que no pertene- cen a Dios y el propósito del evangelio es separar- nos de todo lo que no es de Dios. O sea, alejarnos de todo lo que no le pertenece.

b. Vino para destruir las obras del diablo (1 Juan 3:8): matar, robar, destruir y mentir.

c. Vino para hacernos vivir más allá del tiempo al que estamos acostumbrados (la eternidad) (Juan 10:10)

Dado que el evangelio miró hacia abajo con esperanza, podemos mirar hacia arriba con seguridad.

d. Transformados por el evangelio, los seres humanos son traídos nuevamente a la obediencia. Trans- formados por el evangelio, los seres humanos van de la impureza a la pureza. Transformados por el evangelio, los seres humanos migran de una vida de pecado a una vida de santidad.

2. ¿Por qué murió Jesús? (Tito 2:14).

a. Jesús se dio a sí mismo por nosotros, para redimir- nos (término común en el mercado de esclavos) de toda (totalidad e inclusión) iniquidad (sin ley).

Ilustración: en la Roma Antigua, la esclavitud no estaba basada en la raza.

Un esclavo era un objeto poseído, no tenía ningún derecho. El dueño poseía el derecho sobre su vida y su muerte. Todo niño nacido de una mujer esclava se convertía también en esclavo.

El evangelio es un acto de arreglo de una relación rota por negar la ley de Dios.

Jesús murió por aquellos que al vivir sin ley recono- cieron que esta forma de vida es un suicidio (Tito 2:14).

b. Para purificar, para él a un pueblo exclusivamente suyo (los leprosos eran retirados de la convivencia social y religiosa. Cuando se curaban, los dejaban volver a la comunidad y eran reconocidos como todos los otros santos).

La purificación ocurría a través de baños. Por eso, el hombre limpio es el que se lava en la sangre del Cordero.

O sea, Jesús murió como un acto de curación para el hombre.

El evangelio es la manera por la que Dios vuelve a crear al mundo, a partir del hombre.

El evangelio es Dios que sustituye el “sea la luz” por el “haya hombre”.

A través de la muerte de Jesús, Dios forma una nueva comunidad que vive como él vive.

3. ¿Cuál es el propósito u objetivo del evangelio?

(Apocalipsis 14:6).

a. El propósito del evangelio eterno es ser un antídoto vitalicio para que nunca más caigamos en el pecado; mientras el evangelio exista, ni el pecado ni el diablo tendrán poder sobre nosotros.

b. El propósito del evangelio es más que el perdón de pecados; significa remover nuestras impure- zas y llenar el vacío tan profundo que solo el Infinito puede ocupar.

c. Por eso Pablo, escribió “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).

CONCLUSIÓN

Cristo no solo vino en nuestra dirección. ¡Vino a cambiar nuestra dirección!
Jesús vino para revelar quién es Dios, para que los hombres y mujeres supieran quiénes podían ser.
Jesús murió para librarnos de la esclavitud del pecado.
El evangelio es eterno y, por eso, todo el que está en él también será eterno.

Si usted visita Boys Town [la ciudad de los muchachos], fundada por el padre Flanagan, cerca de Omaha, estado de Nebraska, verá una interesante estatua en la entrada. Esta estatua representa a dos muchachos que un día fue- ron encontrados por el cura. Un niño, con una sonrisa radiante, carga a otro niño en la espalda porque no puede caminar. El cura le preguntó al niño mayor si nunca se cansaba de cargar a su compañero. La respuesta del niño grabada en la inscripción de la estatua es memorable: “Él no es pesado; es mi hermano”.

La esencia del cristianismo es el amor que se expresa en palabras de ánimo, actos de bondad y acciones de caridad. El amor siempre se revela a través de acciones. El apóstol Juan escribió: “ En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Juan 3:16). Jesús reveló su amor en la cruz. Cada gota de san- gre nos habla de un amor que va más allá del límite.

A la luz de ese amor, entregamos nuestra vida en amor y la derramamos en sacrificio por otros. En la cruz, tam- bién nosotros nos entregamos. Nos entregamos no solo a Jesús en sacrificio, sino a la vasta comunidad cristiana, por medio del servicio. “El argumento más poderoso en favor del Evangelio es un cristiano amante y amable” (MC, 404). “El amor no puede existir sin revelarse en actos exteriores, así como el fuego no puede mantenerse encendido sin combustible “ (1TI, 220).

“El amor tiene un hermano gemelo que es el deber” (1TI, 218). El amor sin acciones o sin deber es mero sentimentalismo. El deber sin amor es pesado, es rígido legalismo. El amor de Cristo que rebosa de nuestros corazones alcanza a las personas a nuestro alrededor con actos de bondad. Nuestra mayor alegría proviene de ser bendición para otros. Llevar sus cargas es un yugo irritante; es una gran oportunidad de servir. El servicio es un glorioso ministerio cuando anda- mos en las huellas de aquel que “ no vino para ser ser- vido, sino para servir” (Mateo 20:28).

Así como el muchachito de “Ciudad de los muchachos”, digamos sobre nuestro semejante: “Él no es pesado, es mi hermano”.

LLAMADO

Leer Apocalipsis 14:6.
Este es el último evangelio.

El último evangelio es el primero en la vida de quien quiere experimentar un nuevo comienzo.
“Es una obra gozosa la de abrir las Escrituras a los demás” (SC, 180).

Hoy es el día de comenzar a dar estudios bíblicos para quien aún no comenzó...

Nuestro desafío es hacer con fervor la oración de Colosenses 4:2-6 y ver el milagro de Dios que abre las puertas para que demos estudios bíblicos.

“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15: 7, 8).

“Al procurar ganar a otros para Cristo, llevando la preocupación por las almas en nuestras oraciones, nuestros propios corazones palpitarán bajo la vivificante influencia de la gracia de Dios; nuestros propios afectos resplandecerán con más divino fervor; nuestra vida cristiana toda será más real, más ferviente, más llena de oración” (PVGM, 289).

¿Cuántos desean experimentar eso en sus vidas en estos próximos días?

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