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Amarás al Señor tu Dios - La verdad presente en Deuteronomio

“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5).

En la religión judía, una de las oraciones más importantes se extrae de Deuteronomio 6.

Se la conoce como el “Shemá”, basado en la primera palabra hebrea de la oración, de la raíz, shemá‘, que significa “escuchar”, o incluso “obedecer”; una palabra que aparece una y otra vez, no solo en Deuteronomio sino en todo el Antiguo Testamento. La primera línea del Shemá –en hebreo– dice así: Shemá, Israel, Adonai Elohenu, Adonai ejad. Significa: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 6:4). En la tradición judía, esta Escritura se repite como una oración, con los ojos tapados, con la intención de que nada distraiga de pensar en Dios. Esta primera línea del Shemá se considera una afirmación de la naturaleza monoteísta de Adonai Elohenu, “Jehová nuestro Dios”, y la lealtad de Israel solo a él y a ningún otro “dios”. De hecho, también se podría leer como “Jehová es nuestro Dios”. Esta línea es parte del primer discurso que Moisés les dio a los hijos de Israel cuando estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida. Sin embargo, lo que sigue a esa línea de apertura es una poderosa expresión de la verdad que sigue siendo tan esencial ahora como lo fue entonces.

I. AMAR A DIOS

¡Bienaventurado tú, Israel! ¿Quién como tú, pueblo salvado por Jehová? Él es tu escudo protector, la espada de tu triunfo. Así que tus enemigos serán humillados, y tú pisotearás sus lugares altos" (Deuteronomio 33:29).

El constante amor de Dios por su pueblo lleva a Israel a corresponderle. Su amor los motiva a responder con gratitud por las inagotables misericordias de Dios. "Nosotros le amamos porque él nos amó primero" 1 Juan 4:19.

Primero viene la gracia, luego la obediencia; primero es la fe, luego las obras; primero es la experiencia de la salvación y luego interiorizamos y obedecemos la ley. El reconocimiento y aprecio de lo que ha hecho en nuestro favor, nos lleva a aceptarlo como nuestro Señor y Rey. Dios siempre da el primer paso en nuestro favor para nuestra salvación. Solo con amor podemos corresponder al amor.

Después de que Moisés les relatara a los hijos de Israel la historia de su pueblo, comenzó a darles instrucciones sobre lo que debían hacer para tomar la tierra y prosperar en ella. De hecho, se podría argumentar que la mayor parte de Deuteronomio es simplemente eso: el Señor comunicando a su pueblo lo que tenía que hacer para cumplir con su parte del pacto establecido con ellos en cumplimiento de la promesa hecha a sus padres
Deuteronomio 6 comienza así: “Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados” (Deuteronomio 6:1, 2).
Deuteronomio es la carta de amor de Dios a su pueblo y, en sus discursos, Moisés describe con elocuencia la devoción, la fidelidad y el interés de Dios por sus hijos. Deuteronomio se centra en el amor de Dios por Israel, que demanda a cambio un compromiso total de amor. Estamos llamados a recordar el amor del Señor y a poner en práctica dicho amor obedeciendo su ley y mostrando amor hacia los demás. Dios nos ama, por ende, estamos llamados a  amar. Nos recuerda que el amor, con amor se paga. Todas las bendiciones dependían de la obediencia. El que ama obedece, no hay otra alternativa.

"Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas." Deuteronomio 6:4 y 5. 
¿Qué mandato les da Jehová Dios a los hijos de Israel en el versículo 5? ¿Qué significa este mandato? ¿”Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón”? 
Una cosa es amar a Dios cuando las cosas van bien en nuestra vida. ¿Qué sucede cuando las cosas no van bien, cuando ocurre una tragedia? ¿Por qué, en esos momentos, amar a Dios es aún más importante que cuando las cosas van bien? 

Qué interesante es que aquí, en medio de la Ley, en medio de todas las advertencias, las reglas y las disposiciones, se exhorte al pueblo a amar a Dios. Y no solo a amarlo, sino a amarlo “de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”, lo que indica la naturaleza absoluta de este amor. 

Amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas significa que nuestro amor por él debe ser supremo sobre nuestro amor por todo y por todos los demás, porque él es el fundamento y la base de todo nuestro ser, nuestra existencia y todo lo demás. El amor por él debe poner en la perspectiva adecuada nuestro amor por todo lo demás. En hebreo, la palabra “tu” para “tu Dios, tu corazón, tu poder” [RVA], está en singular (no dice “vuestro Dios”, “vuestros corazones”, etc.). 
Amar es algo personal y privado. Sí, Dios le estaba hablando al pueblo como unidad, pero esa unidad depende de la fortaleza de las partes. El Señor quiere que cada uno de nosotros, aunque sea parte de un cuerpo más grande, sea fiel a él en forma individual, y el fundamento de esa fidelidad debe ser nuestro amor por él, por quién es él y por lo que ha hecho por nosotros.

¿Qué significa para ti amar a Dios con todo tu corazón, tu alma y tus fuerzas?
Solo se ama lo conocido.  El verbo amar expresa la idea de deseo, afecto, inclinación, como también la más íntima unión de dos almas. La relación del creyente con Dios se basa en el amor, y el amor es el principio fundamental de su ley. El amar perfectamente es obedecer de todo corazón. La palabra corazón se refiere en general a los motivos, los afectos, los sentimientos, los deseos y la voluntad. Es la fuente de acción y el centro del pensamiento y de los sentimientos. La palabra alma indica el principio animador del hombre,  o la vida, pero también incluye los apetitos y los deseos del cuerpo. La palabra "FUERZAS" se refiere a la abundancia; es decir, a todo lo que un hombre pueda acumular en esta vida. Dios exige todo lo que el hombre es y tiene: Su mente, sus afectos y su capacidad de acción.
Dios es celoso. La raíz de esta palabra significa "sonrojarse muy intensamente". Por la naturaleza de su amor, Dios no puede ser de otra manera. ¿Cómo podría compartir con otros dioses el afecto de su pueblo?

II. TEMER A DIOS

La palabra "temer" significa "estar en pavor delante de" "reverenciar", "honrar"
Moisés les dijo a los hijos de Israel que amaran a Dios con todo lo que tenían. Era un mandato. Sin embargo, pocos versículos antes, Moisés les dio otro mandato: “Que temas a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 6:2). 

"Ahora, pues Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirva s a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma?Deuteronomio 10:12. 

¿Qué dice este texto sobre el amor y el temor, y cómo lo entendemos?
En un versículo se les dice que teman a Dios; en otro, que lo amen; y en este versículo se les dice que lo teman y lo amen al mismo tiempo. Según la interpretación común de la palabra “temor”, esto puede parecer una contradicción, pero no lo es. El temor de Dios ("estar en pavor delante de", "reverenciar", "honrar" en el sentido de admiración y respeto por quién es él, su autoridad, su poder, su justicia y su rectitud, especialmente en contraste con nuestra pecaminosidad, debilidad y total dependencia de él) debería ser una reacción natural. Somos seres caídos, seres que hemos violado la Ley de Dios y que, si no fuera por su gracia, merecemos la condenación y la muerte eterna.

"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas." Efesios 2:1-10. 

Estos versículos ¿cómo deberían ayudarnos a entender cómo temer y amar a Dios al mismo tiempo? 
A pesar de que éramos “hijos de ira” (por eso deberíamos temerle), Cristo murió por nosotros y así nos dio una nueva vida en él, que incluye librarnos del pecado y la condenación del pasado (por eso debemos amarlo). 
Y así como esto se aplica a nosotros hoy, este mismo principio se aplicó al antiguo Israel: habían sido cautivos en Egipto, condenados a la esclavitud y la opresión, y solo el amor de Dios por ellos y la misericordia hacia ellos fue lo que los guió a su gran redención. 

“Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá” (Deuteronomio 5:15). No es de extrañar, entonces, que amen y teman a Dios al mismo tiempo. 

Y, si ellos hicieron eso, ¿cuánto más deberíamos amarlo y temerlo nosotros, al contar con la gran verdad de la muerte de Jesús en la Cruz en nuestro favor? 

"Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, 7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas." Apocalipsis 14:6 y 7. 
¿Cómo debemos entender que el mandamiento “temed a Dios” debe ser el primer mandamiento del mensaje del Señor para los últimos días al mundo? A la luz de lo que sabemos sobre lo que se avecina en el mundo, ¿por qué ese mandato tiene tanto sentido?
En Deuteronomio 12:8 se muestra que el pueblo hacía "cada uno lo que bien le parece" en cuanto a los diezmos y ofrendas ofrecidas a Dios. Mas "la conciencia del hombre no podía ser la norma de conducta en Israel" 1CBA 1008.

III. ÉL NOS AMÓ PRIMERO

Incluso en medio de los estatutos y las ordenanzas de Deuteronomio y todas las amonestaciones que advierten a la nación judía que el pueblo debe obedecer “sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos”, ellos debían amar a Dios ante todo y con todo su corazón, alma y fuerzas. Por supuesto, tenían buenas razones para hacerlo. 

Lee Deuteronomio 4:37; 7:7, 8 y 13; 10:15; 23:5; y 33:3. ¿Qué enseñan estos versículos sobre el amor de Dios por su pueblo? 

El Señora se agradó de nuestros padres para amarlos. Nos escogió porque nos amó y nos bendijo porque nos amó. Jehová es el que os ama y amará. Una y otra vez en Deuteronomio, Moisés le contó al pueblo del amor de Dios por sus padres y por ellos. Pero, más que con palabras, el Señor reveló este amor con sus acciones. Es decir que, a pesar de sus defectos, sus fracasos, sus pecados, el amor de Dios por ellos se mantenía firme; un amor que se manifestó poderosamente en su trato con ellos. 

“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). 
¿Cómo nos ayuda este versículo a entender por qué debemos amar a Dios? 

El amor de Dios por nosotros es anterior a nuestra existencia, en el sentido de que el plan de salvación estaba en marcha mucho antes de “la fundación del mundo” (Efesios 1:4). Como dijo Elena de White: 
“El plan de nuestra redención no fue una reflexión ulterior, un plan formulado después de la caída de Adán. Fue una ‘revelación del misterio que por tiempos eternos fue guardado en silencio’. Fue una manifestación de los principios que desde las edades eternas habían sido el fundamento del Trono de Dios” (DTG, 13). 

Cuán dichosos somos todos porque Dios es, efectivamente, un Dios de amor, un amor tan grande que lo hizo ir a la Cruz por nosotros, un amor abnegado por el que “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). En consecuencia, hoy tenemos una revelación del amor de Dios por nosotros que los hijos de Israel probablemente ni siquiera podrían haber imaginado. 

En lugar de ser amor, ¿y si Dios fuera odio, o si fuera indiferente? ¿Qué tipo de mundo sería este? 
¿Por qué la revelación del amor de Dios por nosotros es algo en lo que verdaderamente deberíamos regocijarnos?

IV. “SI ME AMAN, GUARDARÁN MIS MANDAMIENTOS”

En los idiomas modernos se ha perdido la relación semántica entre los conceptos el amor y el temor. Temer a Dios significa: andar en todos sus caminos, es decir, obedecerle, amarle, servirle completamente, estar a su disposición y ser canal de bendición para otros. Temer al Señor aparece 15 veces en Deuteronomio; y el pueblo de Dios necesita aprender a temerle siguiendo las enseñanzas e indicaciones de Deuteronomio. Temer a Dios significa escogerle como nuestro Señor y seguir sus enseñanzas en cada aspecto de nuestra vida. Precisamos aprender a temer al Señor porque ante Dios, somos como niños pequeños que necesitan aprender a caminar con él.
Israel, la nación en su conjunto, fue llamada a amar a Dios. Pero esto era algo que solo podía suceder de a uno. Como un solo ser humano al que se le dio libre albedrío, cada israelita tenía que tomar la decisión de amar a Dios, y mostraría ese amor a través de la obediencia. 

¿Qué tienen en común los siguientes versículos? Es decir, ¿cuál es el tema común entre ellos? Deuteronomio 5:10; 7:9; 10:12; 11:1; 19:9. ¿Cuánto más clara podría ser la Palabra de Dios? 

La obediencia que nace del corazón es la única verdadera obediencia; solamente esta obediencia será aceptable a Dios.

Amar y temer a Dios al mismo tiempo. ¿Cómo hacer ambas cosas y por qué deberíamos hacerlas?
Así como Dios no solo dice que nos ama, sino además ha revelado ese amor por nosotros mediante lo que hizo y todavía hace, el pueblo de Dios también mostrará su amor a Dios por sus acciones. Y en estos textos vemos que el amor a Dios está indisolublemente ligado a la obediencia a él. Por eso, cuando Juan dice cosas como: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3), o cuando Jesús dice: “Si me aman, guardarán mis mandamientos” (Juan 14:15, RVA-2015), estos versículos simplemente expresan esta enseñanza básica. El amor a Dios siempre se expresará mediante la obediencia a Dios. Siempre ha sido así, y lo seguirá siendo. 

Y esta obediencia a Dios significa obediencia a su Ley, los Diez Mandamientos, que también incluye el cuarto Mandamiento, el sábado. Guardar el cuarto Mandamiento no es más legalismo que guardar cualquiera de los otros nueve. Aunque la obediencia a cualquiera de los mandamientos puede ser legalismo, ese tipo de obediencia no se hace realmente por amor a Dios. Cuando realmente amamos a Dios, especialmente por lo que él ha hecho por nosotros en Cristo Jesús, queremos obedecerle, porque eso es lo que él nos pide que hagamos. 

Cuando Moisés le dijo una y otra vez a Israel que amara y obedeciera a Dios, lo hizo después de haber sido redimidos de Egipto. Es decir, el amor y la obediencia del pueblo eran en respuesta a la redención que Dios había hecho en su favor. El Señor los había redimido. Ahora responderían obedeciendo fielmente sus mandamientos. ¿Hay alguna diferencia hoy? ¿Cuál es tu experiencia al tratar de obedecer a Dios? Es decir, ¿cuáles son tus motivaciones para obedecer a Dios? ¿Por qué deberías hacerlo por amor a él? ¿Qué papel debería desempeñar también el temor, según la concepción bíblica?

V. EL PRIMER MANDAMIENTO

Ningún mandato se da en el vacío. El precepto de  temer a Dios presupone un conocimiento de la bondad de Dios y de su amoroso carácter. Solo podemos temer a Dios si lo apreciamos a él y sus atributos; así, el temor a Dios se convertirá en algo más que un concepto, será una vida llena de gozo delante de la presencia de Dios, que se conduce de acuerdo con sus normas y esto acabará influyendo en nuestras metas, en nuestros planes y en todo lo que hacemos.
En términos sencillos ¿Qué significa temer a Dios? Significa cultivar su presencia en nuestro corazón y tomar decisiones en el marco de su gracia, respetando su voluntad revelada y sus planes para con nosotros. La Presencia de Dios santifica nuestras intenciones y pensamientos, haciendo que nos deleitemos en el Señor y en su ley. De este modo aprendemos a confiar y a crecer en él. Temer a Dios es sintonizar su frecuencia y dejar que su voz nos dirija. Por tanto no es de extrañar que temer a Dios sea el primer imperativo del evangelio eterno (Apocalipsis 14:6, 7). De este modo, cambia todo en nuestra vida porque su presencia en nosotros lo es todo.
Por mucho que algunos teólogos, por diversas razones, busquen separar el Antiguo Testamento del Nuevo Testamento, no se puede, al menos sin despojar al Nuevo Testamento de su verdadero significado. 
El Nuevo Testamento, en su revelación de Jesús y sus explicaciones teológicas de su vida, muerte, resurrección y ministerio sumo sacerdotal, apunta al cumplimiento de muchas de las profecías y los tipos del Antiguo Testamento. En muchos aspectos, el Antiguo Testamento forma el trasfondo, el contexto, la base del Nuevo Testamento. Ambos testamentos revelan la bondad y el amor de Dios. Esta es una de las razones por las que, vez tras vez, el Nuevo Testamento, incluso Jesús, cita al Antiguo Testamento. 

"Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Marcos 12:28-30. 

¿Cuál fue la pregunta sobre el “primer mandamiento de todos”? 
¿Qué responde Jesús y de dónde obtiene su respuesta? 

Esta profesión de fe ha sido santo y seña de la raza hebrea durante más de 3000 años. El apóstol Pablo afirma que la misma verdad es fundamental para el cristianismo en 1 Corintios 8:4-6.

Es interesante que un escriba, alguien que había dedicado su vida a interpretar la Ley y cómo debía aplicarse, haya hecho esta pregunta. No obstante, por más que entendían que había muchísimas leyes para obedecer (la tradición rabínica posterior las clasificó en 613 mandamientos), no es de extrañar que buscaran sintetizarlo todo en una sola pregunta. Y ¿qué hace Jesús? Va directamente a Deuteronomio 6, comenzando con el: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4), y luego cita el siguiente versículo también, que indica amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas. 

Apuntó a la aseveración clave de que el Señor es su Dios, su único Dios y, sobre la base de esa gran verdad, son llamados a amarlo supremamente. ¿Hay acaso una “Verdad Presente” mayor que este mandamiento? 

En los últimos días, cuando se desarrollen los acontecimientos finales y todos sean llamados a decidirse por uno u otro bando de una manera muy dramática, los mandamientos de Dios (Apocalipsis 14:12) jugarán un papel crucial. En última instancia, el bando que elijamos –incluso de cara a la persecución– se basará en si realmente amamos a Dios o no. Ese es el tema decisivo, y podremos llegar a amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerzas solo cuando lleguemos a conocerlo por nosotros mismos y experimentemos personalmente su bondad, su amor y su gracia. Si es necesario, es algo por lo que valdrá la pena morir. 

Si alguien te preguntara: “¿Cómo llegan las personas a amar a un Dios que nunca han visto personalmente?”, ¿qué dirías? Los seres humanos ¿cómo podemos amar a alguien a quien nunca hemos visto físicamente? ¿Por qué no importa que nunca lo hayamos visto, al menos en persona?

CONCLUSIÓN

“La Cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la Eternidad. En el Cristo glorificado contemplarán al Cristo crucificado. Nunca olvidarán que el Ser cuyo poder creó los innumerables mundos y los sostiene a través de la inmensidad del espacio –el Amado de Dios, la Majestad del cielo, a quien los querubines y los serafines resplandecientes se deleitan en adorar– se humilló para levantar al hombre caído; [nunca olvidarán] que llevó la culpa y la vergüenza del pecado, y sintió el ocultamiento del rostro de su Padre, hasta que la maldición de un mundo perdido quebrantó su corazón y le arrancó la vida en la Cruz del Calvario. Que el Hacedor de todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejase su gloria y se humillase por amor al hombre despertará eternamente la admiración y la adoración del Universo. Cuando las naciones de los salvos miren a su Redentor y contemplen la gloria eterna del Padre brillar en su rostro; cuando contemplen su Trono, que es desde la eternidad hasta la eternidad, y sepan que su reino no tendrá fin, prorrumpirán en un cántico de júbilo: ‘¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado, y nos ha redimido para Dios con su propia preciosísima sangre!’ ” (CS, 709, 710).

"Solo los que aman a Dios podrán obedecerle. La obediencia que no proviene del corazón es tan solo un intento legalista por lograr justicia propia, mediante la cual el hombre busca méritos ante Dios. A la vista del cielo eso no es obediencia en lo más mínimo. Si falta el espíritu de obediencia, la letra o la forma externa no tienen valor. Pero aquel que ama a Dios por sobre todas las cosas, encontrará su mayor deleite en cooperar con él" 1CBA, 985

¿Qué debería ayudarnos a entender por qué nuestro amor por Dios debería ser el mayor amor que tenemos? Piensa en lo que significa el hecho de que Dios, “el Ser cuyo poder creó los innumerables mundos y los sostiene a través de la inmensidad del espacio”, fue quien pendió de la Cruz por nosotros. ¿Por qué esta verdad debería ser la base de nuestra relación con Dios?

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