Jonás 1:2
¿Sabías tú que el libro de Jonás es uno de los libros más emocionantes de toda la Biblia? El libro de Jonás ha captado la atención de niños, jóvenes y adultos. Este libro, que pertenece al grupo de los profetas menores, ha sido inspiración de himnos, dramas, pinturas, películas y obras de teatro.
Sin embargo, aunque el libro contiene varios de los relatos más famosos de todas las Sagradas Escrituras, el mismo ha sido objeto de diversas críticas. Por ejemplo, muchos ponen en duda la historia de Jonás, diciendo: “Es imposible que un ser humano pueda vivir setenta y dos horas en el vientre de un gran pez. ¡Científicamente es imposible!”.
Los incrédulos ridiculizan la historia de Jonás, pues para ellos es imposible de creer.
Sin embargo, para los creyentes no. ¿Por qué? Porque creemos en el Dios de los milagros. ¡Creemos en el
Dios que dividió el Mar Rojo en dos, para que su pueblo pasase como por tierra seca!
¡Creemos en el Dios que hizo descender pan del cielo!
¡Creemos en el Dios que de la roca sacó agua y que alimentó a más de veinte mil personas con apenas cinco panes y dos peces! Sí, creemos en el Dios de los milagros. ¿Y sabes? Ese es el Dios que nos muestra el libro de Jonás; y es el Dios que deseo presentarte: un Dios todopoderoso, soberano, misericordioso y lleno de gracia, que siempre ha estado y estará dispuesto a conceder una oportunidad a todo aquel que se vuelve a él en arrepentimiento.
DESARROLLO
El libro de Jonás inicia con un mandato dado por Dios al profeta. “Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí” (Jonás 1:1, 2).
Permíteme iniciar preguntando: ¿Hacia dónde fue enviado Jonás? El profeta fue enviado a la ciudad de Nínive. ¿Has escuchado hablar anteriormente de esta ciudad? De acuerdo con el libro de Génesis, capítulo 10, versículos 8 al 11, Nínive pertenecía al grupo de ciudades Asirias, fundadas por aquel misterioso personaje llamado Nimrod, a quien las Escrituras describen como un “vigoroso cazador delante de Dios” (Génesis 10:9). Los asirios eran devotos de las deidades paganas.
Ellos adoraban al sol, a la luna y a las estrellas. Así que Nínive, al igual que las demás ciudades, estaba entregada a la idolatría.
Por otro lado, Nínive es descrita como una ciudad “sanguinaria” (Nahúm 3:1). Llama profundamente la atención que entre las características que la Biblia subraya de Nínive se encuentre el carácter violento de sus habitantes.
¿Cuán violentos eran los ninivitas? En un documento escrito por uno de los reyes de Nínive se describe su grado de crueldad y violencia:
Yo construí un muro frente a su ciudad y despellejé a todos los jefes que se habían sublevado, y cubrí el pilar con su piel. A algunos los encerré dentro del pilar, a otros los traspasé en el pilar con estacas, y a otros até con estaca alrededor del pilar. Y corté las extremidades de los oficiales reales que se habían revelado. Quemé con fuego a muchos cautivos entre ellos, y a muchos los tomé como rehenes. A muchos les corté la nariz, las orejas y los dedos de las manos; y a muchos les saqué los ojos. Hice un montón de los vivos y otro de cabezas, y até sus cabezas a troncos de árboles alrededor de la ciudad. Y quemé con fuego a sus jóvenes, hombres y mujeres”.12
Así eran los reyes de Nínive: sanguinarios, crueles, violentos. Y como si todo esto fuera poco, la ciudad estaba entregada a la inmoralidad y el vicio.
Notemos que en Jonás 1:2, Dios dice que la maldad de Nínive había subido delante de su presencia. Es interesante, pero esta misma expresión Dios la utilizó para describir la condición moral en la cual se encontraban los habitantes de las ciudades de Sodoma y Gomorra (Génesis 18:21; 19:13).
Podemos concluir que Nínive era una ciudad entregada a la idolatría, la violencia y vicio, cuyos habitantes, de acuerdo con Jonás 4:11, no tenían ningún discernimiento moral.
Sin embargo, a esta ciudad que vivía en abierta rebelión, Dios envió un mensajero para predicar el mensaje de la salvación. A esa ciudad idólatra, violenta e inmoral se le extendió una segunda oportunidad de parte de Dios.
Así es, querido oyente, nuestro Dios es un Dios que da múltiples oportunidades.
“Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?”. Ezequiel 33:11.
Dios extiende una segunda oportunidad para todos aquellos que, al igual que los habitantes de Nínive, viven en el pecado y la maldad.
Dios da una segunda oportunidad para todos aquellos que han perdido el rumbo moral. Dios extiende esta segunda oportunidad porque su deseo es que “todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
Ahora bien, permítanme volver al libro de Jonás y preguntarles: ¿Qué hizo Jonás cuando recibió el mandato de ir a Nínive? ¿Cumplió la orden dada por el Señor? Me gustaría responder de forma afirmativa, pero tristemente la Biblia dice que Jonás, el profeta, rehuyó de su responsabilidad. Por favor, lean conmigo Jonás 1:3, y miremos el proceder que siguió el profeta:
“Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová”.
¿Hacia dónde huyó Jonás? Se dirigió a Tarsis. De acuerdo con los estudiosos, Nínive se halla a 800 kilómetros al este del hogar de Jonás. Pero Tarsis está a más de 3 mil kilómetros hacia el oeste. ¡Increíble!
El profeta estaba huyendo de su responsabilidad. ¡Estaba yendo en sentido contrario!
¡Dios lo envió al Este y Jonás se dirige hacia el Oeste!
Pero Jonás no solo rehúye de su responsabilidad, sino que también se hace indiferente ante la situación. La historia nos dice que cuando Jonás se dirigía a Tarsis, una gran tormenta impactó la embarcación de tal manera que la misma casi se partía (Jonás 1:4). La tormenta era tan fuerte que los marineros, llenos de temor, lanzaron al mar todos los enseres y comenzaron a clamar a sus dioses (Jonás 1:5). ¿Qué hacía Jonás en medio de esta situación?
Aunque parezca un tanto jocoso, Jonás estaba “durmiendo profundamente” (Jonás 1:5 Nueva Versión Internacional). ¿Pueden entender esto? ¿Cómo podía dormir en medio de una tormenta? Jonás no solo había rehuido a su responsabilidad, sino que también era indiferente a lo que estaba aconteciendo a su alrededor. ¡Qué triste!
Es entonces, cuando el profeta indiferente es echado al mar y un gran pez se lo traga (Jonás 1:15-17). Debemos subrayar que este gran pez que se tragó al profeta fue preparado por el mismo Dios.
Pero, ¿con qué propósito preparó Dios este pez? ¿Murió el profeta en el vientre del gran pez? ¡No! El gran pez fue el medio utilizado por Dios para direccionar a Jonás al propósito para el cual había sido llamado. De manera milagrosa el pez vomitó a Jonás nada más y nada menos que en las playas de Nínive (Jonás 2:10).
Y es allí donde Dios vuelve a hablarle a Jonás. Notemos lo que la Biblia dice en el capítulo 3, versículo 1 y 2.
Las Escrituras puntualizan que Dios le habló por segunda vez a Jonás. ¿Por qué enfatizar este detalle? Creo que Dios quiere que tú y yo entendamos que él también da una segunda oportunidad para el creyente que de manera rebelde e indiferente rehúye a su responsabilidad.
Dios te concede una segunda oportunidad a ti, querido hermano, que has estado indiferente ante la crisis en la cual nos encontramos. Dios te concede una segunda oportunidad a ti, querido joven, que una y otra vez has rehuido el llamamiento de Dios. Sí,
Dios te concede una segunda oportunidad a ti que, como Jonás, no has cumplido con el propósito de su llamado.
CONCLUSIÓN
1. ¿Cómo era el carácter de los habitantes de Nínive?
2. ¿Cómo respondió Jonás al llamado divino?
3. ¿Qué hizo Dios para llevar a Jonás a Nínive?
4. ¿Cuántas oportunidades está Dios dispuesto a conceder?
Es alentador saber que Dios es un Dios de múltiples oportunidades. Es reconfortante entender que Dios concede una segunda oportunidad no solo a aquellos que viven sumidos en el pecado, sino también a los creyentes que de manera indiferente han rehuido a su responsabilidad.
¡Qué misericordioso es Dios!
Hace tiempo atrás leí la historia de un joven jugador de fútbol americano, que jugaba para el equipo de la Universidad de California13. Durante un juego de campeonato, este joven recobró una pelota, pero se confundió y corrió en dirección equivocada.
Un compañero lo interceptó antes de que hiciese puntos contra su propio equipo. En el medio tiempo, todos los jugadores fueron a los vestuarios y se sentaron, preguntándose qué les diría el entrenador.
Este joven estaba sentado solo, con una toalla sobre su cabeza, llorando.
Cuando el equipo estaba preparado para volver al campo para el segundo tiempo, el entrenador asombró al equipo cuando anunció que los mismos jugadores que habían comenzado el primer tiempo irían a comenzar el segundo.
Todos abandonaron el vestuario, excepto este joven jugador. No quería moverse. El entrenador volvió su mirada cuando lo llamó por segunda vez y vio que sus mejillas estaban llenas de lágrimas. El jugador le dijo:
- “Entrenador, no puedo hacerlo, lo perjudiqué a usted. He llevado a la Universidad de California a la desgracia. No puedo enfrentar nuevamente a la multitud en el estadio”. El entrenador puso su mano sobre la espalda del jugador y le dijo:
- “Levántate y vuelve a salir. El juego solamente está por la mitad”.
Amigos, cuando pienso en esta historia, digo profundamente en mi interior: ¡Qué gran entrenador! Pero cuando leo la historia de Jonás y la historia de miles como él, digo: ¡Qué gran Dios, que nos da una y otra, y otra oportunidad! Amigo, si como los ninivitas has vivido lejos de
Dios, hoy el Señor te extiende una segunda oportunidad.
Hermano, si como Jonás has rehuido a tu responsabilidad, también Dios te concede una segunda oportunidad.
Cuando en tu vida experimentes la misericordia de Dios, al igual que Jonás, tú dirás: “Señor, yo voy”.
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