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La Esclava Misionera - Juntos rumbo al cielo

INTRODUCCIÓN

Qué bueno es encontrarnos una vez más. Estamos en una semana especial abordando el tema: Juntos rumbo al Cielo. Una semana de oración de la familia. Cada día nuestra atención estará enfocada en un grupo especial, y así vamos a interceder y suplicar por la misericordia de Dios. Ya intercedimos por los líderes espirituales de cada familia, por los sacerdotes del hogar y hoy suplicaremos por los niños. Pero antes abriremos la Biblia, la Palabra de Dios. Los invito en este instante a orar a Dios y pedirle su inspiración en el estudio y la meditación de su Palabra.

ORACIÓN INICIAL

“Nuestro Padre celestial, muchas gracias por una oportunidad más de estudiar juntos tu Palabra. Gracias también por este momento tan singular en el que podemos acercarnos juntos a ti. Te pedimos tu bendición, tu unción, tu iluminación. Oramos en el nombre de Jesús, amén”.

Recordemos que cada día estamos orando por un grupo específico. Y hoy, al final, oraremos por los niños: por los recién nacidos, los niños de brazos, los que ya caminan, corren, los niños de ocho, diez hasta doce años, cuando son preadolescentes. Ellos serán objeto de nuestra oración al final del programa de hoy.

1. ¿EXISTE SOLO UNA RECETA PARA EDUCAR A NUESTROS HIJOS?

El texto de hoy está en 2 Reyes 5:1-4 “Naamán general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: ‘Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra’.

Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: ¡Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel’”.

La historia continúa, pero hoy entenderemos que es posible preparar a nuestros hijos para testificar de Dios en cualquier circunstancia que enfrenten.

Nuestros niños son muy especiales y debemos darle lo mejor de nosotros, para que tengan un futuro en la presencia de Dios.

Vamos a hacer una comparación. Cuando ustedes quieren preparar su plato favorito, ¿qué hacen? Siguen una receta, ¿verdad? Si usan todos los ingredientes necesarios, siguiendo todas las etapas, todas las orientaciones y las siguen paso a paso, la mayoría de las veces, obtienen el resultado deseado, el plato será listo, delicioso y estará listo para saborearlo.

Sin embargo, así como la receta sirve para un plato específico, y la receta cambia y también los ingredientes de acuerdo con el plato desea- do, lo mismo sucede con la educación de los hijos. Cuando se refiere a la educación de un hijo, no podemos usar la misma receta para todos.

Y no es una tarea fácil que tiene un final y listo se terminó. Alguien hizo la siguiente afirmación: “Criar hijos es como jugar un videojuego, en el que cada fase el juego se pone más difícil”. Con los hijos es así, de acuerdo como van creciendo y cambian de fase, las cosas se van complicando, y vamos teniendo más dificultades para tratar con ellos. Por eso, necesitamos adecuarnos a cada fase nueva para saber cómo tratarlos.

Además, hay diferencias entre los hijos. Ninguno es exactamente igual al otro, y aunque usted haga todo lo que hizo con los otros hijos, aun así, el resultado podrá ser diferente. Hay padres que dicen: “Yo traté a mis hijos por igual, hice todo de la misma manera y miren lo que sucedió”. Por eso, es necesario conocer bien a cada uno, para saber cómo tratar a cada uno. Debemos considerar la diferencia de sexo, uno es niño, otra es niña; considerar la diferencia del orden de nacimiento, el temperamento, y una serie de otras razones, el hecho es que nuestros hijos son diferentes uno del otro, y eso necesitamos tenerlo en consideración.

Soy el pastor Sidnei Roza, autor de esta semana de la familia, siento eso de manera bien clara en mi vida. Soy padre de tres hijas, son trillizas, pero son completamente diferentes una de la otra. Y cada una, créanlo, ve al padre de manera diferente. La psicología explica que cada hijo tiene un concepto, una visión diferente del mismo padre, es como si para ellos cada uno tuviera un padre diferente. Eso hace que la paternidad sea un desafío mayor. Por eso, educar a los hijos en los caminos del Señor, en los principios de Dios, es algo que nos debe impulsar a ser más dependientes de Dios.

2. LA ESCLAVA QUE NO SABEMOS SU NOMBRE

Volvamos a la Biblia y al relato de esa niña cautiva. Su historia está registrada en la Palabra de Dios y trataremos de entender algunos consejos que necesitan quedar grabados en la mente de nuestros hijos.

¿Saben el nombre de esa niña? Yo tampoco lo sé. Se la cita solo como una esclava, una sierva. Sabemos que tenía cerca de doce años. Que fue llevada por los asirios. Era frágil e indefensa. ¿Qué derechos tenía un esclavo? ¿Y una esclava niña? Cuando miramos a la historia de esa “es- clava”, hay un aspecto que necesitamos destacar, además de la condición de esclava. Ella podría haber quedado muy rebelde por el hecho de que fue raptada de su casa, de haber dejado atrás a su familia, su padre, su madre, quién sabe, sus hermanos, sus amigos, su pueblo. Sin embargo, su actitud, en la casa de Naamán fue de dedicación, y hacía lo mejor que podía.

3. ELIGIÓ TRABAJAR EN LUGAR DE REBELARSE

Cuando leemos su historia, vemos a una niña conversando con la esposa de Naamán. En sus palabras no se nota ningún reclamo o lamento, por el contrario, vemos que ella se ganó la confianza de su patrona. Ella fue llevada a la casa del general del ejército sirio, que era un hombre respetado, y como el texto lo destaca en 2 Reyes 5:1 “...pero era leproso”. La Biblia Andrews dice que la lepra se presentaba como una descamación de la piel. Aun usando ropa de nobles, su enfermedad lo dejaba en una posición de aislamiento social, y eso lo hacía sufrir, y a su familia también.

¿Y qué hizo la niña? Se preocupó por su señor. Ella le indicó a su patrona un tratamiento para su esposo, le dijo, versículo 3: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra”.

Aquella niña simplemente le dijo lo que Naamán necesitaba hacer para encontrar la curación, lo que necesitaba hacer para quedar libre de la enfermedad. Esa actitud demuestra un carácter noble. Ella podría haber pensado: “Él me raptó, me trajo como esclava, está enfermo, está pagan- do por lo que me hizo”. Sin embargo, su actitud fue totalmente inversa, demostró interés por la cura de quien la había hecho sierva, una esclava. Ella decidió dar su testimonio, presentó la solución para un problema que a los ojos de sus señores estaba sin solución. Dio testimonio del Dios de Israel, y su actitud trajo curación, trajo salvación. ¿Imaginamos la alegría de su señora cuando el marido volvió a su casa totalmente sano?

4. TESTIFICÓ DEL DIOS DE ISRAEL Y SALVÓ LA VIDA DE NAAMÁN

El contexto de la historia es bien conocido. Eliseo, el profeta mandó a Naamán zambullirse siete veces en el Río Jordán, y Naamán se curó. Vean cómo se desarrolló todo: una niña esclava, un hombre enfermo que habla con el rey, un profeta que realiza un milagro. Pero ¿dónde comenzó todo?

Con una niña, una esclava, que simplemente decidió testificar del Dios todopoderoso.

5. EL ÉXITO DE LA NIÑA ESCLAVA

¿Cuál fue la razón del éxito de esa niña? Ella podría haber pensado de manera diferente: “Estoy aquí como una esclava porque Dios me abandonó... A Dios no le importo, Dios se olvidó de mí.

Pero ella no permitió que esos pensamientos negativos, pensamientos de rebeldía ocuparan su mente, por el contrario, esa niña continuó pensando en Dios, creyendo en su amor, en su protección y cuidado. Y por eso en ese momento mencionó a Dios como la única solución para Naamán.

¿De dónde aprendió esa niña del amor, el cuidado y el poder de Dios?

No caben dudas de que por detrás de esa fe juvenil hubo un padre, una madre que le habían enseñado el cuidado y la protección de Dios. Créanlo, ella debe haber recordado los cultos con sus padres en su casa y también lo que había aprendido cuando iba al templo, por sobre todo, el ejemplo de los padres que le había quedado profundamente registra- do en su mente juvenil. Aunque ya no tenía a su madre y su padre para cubrirla en una noche fría, aunque no tenía a sus padres para recibir un abrazo, aun separada de sus padres, ella continuó unida a Dios. ¿Saben por qué? Ella sabía que las situaciones, por más complicadas que fueran, nada ni nadie podría separarla de Dios.

Los padres de esa niña hicieron una total diferencia en su vida. Ellos le enseñaron el camino que debería andar, le enseñaron sobre un Dios todopoderoso que, independientemente de las circunstancias favorables o desfavorables, continuaba a su lado.

Hoy somos nosotros los que debemos elegir si queremos estar lejos de Dios o no. Somos nosotros los que debemos decidir tener la presencia de Dios en nuestra vida. Al hacer nuestras elecciones afectaremos la educación de nuestros hijos, pues en el hogar es donde ellos aprenderán a caminar con Dios bajo cualquier circunstancia.

CONCLUSIÓN

El plan de Dios es que los padres conduzcan y enseñen a sus hijos a amar y obedecer al Señor (Deuteronomio 6:4-9; Sal 78:5-7). La orden de Dios para los padres es enseñar “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Eso no significa que los padres estarán interfiriendo y controlando la vida de los hijos para tener la seguridad de que ellos nunca tomarán decisiones equivocadas. Llegará el momento en que tomarán sus propias decisiones, seguirán sus propios rumbos. Llegará el momento en que ellos crecerán y decidirán si quieren permanecer del lado de Jesús o no, si Dios continuará siendo el Dios de su vida o no. Y esa es una decisión de ellos, como padres no podemos elegir por ellos.

Aunque deseemos que nuestros hijos pasen de niños tiernos y maravillosos, de niños indefensos, a adultos independientes y exitosos, nuestra responsabilidad suprema es que ellos conozcan, amen y sirvan al Señor Jesucristo.

Nuestros pequeños aprenden más con el ejemplo y menos con las palabras. Porque en el futuro, todo lo que más desearemos, es que esos que hoy son niños sean los futuros líderes de la iglesia, sean los que se encarguen de la predicación del evangelio, que sean los futuros misione- ros, sean los que llevan esperanza a otras personas.

Antes veamos la importante cita que encontramos en el libro La Educación Cristiana, página 24:

“Si se pudiera hacer sentir a los padres la terrible responsabilidad que descansa sobre ellos en la obra de educar a sus hijos, dedicarían más tiempo a la oración y menos a la ostentación innecesaria. Reflexionarían, estudiarían y orarían fervientemente a Dios en busca de sabiduría y ayuda divina, para enseñar a sus hijos de manera que puedan desarrollar caracteres que Dios aprobará. Su ansiedad no sería la de saber cómo educar a sus hijos para que sean alabados y honrados por el mundo, sino para formar caracteres hermosos que Dios pueda aprobar”.

(Experiencia del pastor Sidnei Roza): “Cada vez que leo esta cita recuerdo a una persona que hizo una total diferencia en mi vida. Cuántas veces desperté, y yo tenía un sueño pesado, y mi madre estaba con las manos sobre mi cabeza y mis hombros, orando por mí. Mi madre oraba por mí de madrugada. Solo puedo decirles que yo soy fruto de las oraciones de mi madre”.

Si usted todavía tiene a sus hijos pequeños, no piense que ellos no necesitan de sus oraciones, que ellos no necesitan de su intercesión. Desde ahora adquiera el hábito de orar por ellos, a colocarlos en las manos de Dios y pedirle a Dios que conduzca la vida de cada uno. A medida que el tiempo vaya pasando, el enemigo creará planes y más planes para sacar a nuestros hijos del camino de la salvación. Pero ¿sabe lo que queremos? Queremos que testifiquen en nuestros días como esa esclava de Naamán, a pesar de la situación y circunstancias complicadas que pasen en la escuela, o en cualquier ambiente, que sean siempre testigos de Jesús, que siempre se dirijan a Jesús como la solución.

ORACIÓN

Hoy queremos invitarlos a orar por nuestros hijos, para que estén fir- mes en los principios de Dios, a orar para que permanezcan fieles a Dios, y cuando sea necesario, den testimonio del Dios verdadero. Quiero mucho que mis hijos también sean como esa niña esclava que, en circunstancias difíciles, solos, puedan testificar de que creen en un Dios todopoderoso que puede revertir cualquier situación.

¿Quiere orar conmigo en este momento? ¿Desea pedir las bendiciones de Dios sobre sus hijos? Entonces quiero invitarlo a formar una cadena de oración y suplicar la misericordia de Dios por nuestros hijos. Oremos:

“Maravilloso Padre, querido Dios, te agradecemos por la historia de esa niña que, aunque estuvo aparentemente sin dignidad, como esclava, continuó testificando del Señor, de sus maravillas y de su poder. Lo que queremos pedirte Padre, es que nuestros hijos tengan la misma fortaleza, la misma iniciativa. Que nuestros hijos crezcan y, al ver nuestro ejemplo, también se sientan fortalecidos cada día para continuar testificando en cualquier circunstancia acerca de tu poder. Colocamos a nuestros queri- dos en tus manos, pidiendo tu unción, tu bendición sobre ellos. Oramos en el nombre de Jesús, amén.

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