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La Iglesia y la Educación - La Educación

“Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo; ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo. Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos” (1 Tesalonicenses 2:6-8).


Desde los primeros tiempos en que los fieles se reunían para adorar a Dios, en sinagogas, hogares e iglesias, la Biblia muestra a gente que, mediante el estudio de las Escrituras y la adoración, anhela conocer a Dios y comprender su voluntad. La Biblia también revela repetidamente que la iglesia es un lugar donde debe haber deliberaciones serias y relevantes, y donde la gente pueda crecer en el conocimiento de Dios y su voluntad.
A veces tenemos miedo de hacer preguntas. Sin embargo, descubrimos que en la Biblia muchas veces se usan preguntas para lograr que la gente tenga una comprensión más clara de Dios. Para que la iglesia sea un lugar de aprendizaje, debe proporcionar el espacio para que haya verdadero diálogo. 

Así como suele decirse en la escuela: “No hay preguntas tontas”, debemos ofrecer dentro de la iglesia un entorno de libertad seguro para que cada persona crezca en la gracia y en la comprensión de Dios y su plan para su vida.

I. LA VERDADERA EDUCACIÓN CRISTIANA

Se cuenta la historia de un rabino que, mirando a los ojos adormilados de los jóvenes que estaban sentados en el aula, les preguntó:
–Alumnos, ¿Cómo saber cuándo termina la noche y ha comenzado el día?
Varios de los alumnos levantaron la mano con cautela.
–Rabí –preguntó uno–, ¿es cuando se nota la diferencia entre una higuera y un olivo?
–No.
–Rabí, ¿es cuando se nota la diferencia entre una oveja y una cabra? 
–levantó la mano otro alumno.
Después de escuchar una gran cantidad de respuestas, el rabino anunció: 
–Alumnos, uno sabe que la noche ha terminado y que ha comenzado el día cuando puede mirar una cara que nunca antes había visto y reconocer al extraño como hermano. Hasta ese momento, no importa cuán brillante sea el día, todavía es de noche.

¿Qué cuestión quiso plantear Jesús en Lucas 10:30-37 con esta historia? 
¿Qué debería formar parte de toda verdadera educación cristiana?

Como Adventistas del Séptimo Día, fuimos bendecidos con abundante luz y verdad doctrinal (el estado de los muertos, el sábado, 1844 y el Juicio, el Gran Conflicto, entre otros), que incluso la mayoría del mundo cristiano aún no entiende. Y, sin embargo, por más que estas verdades sean fundamentales, ¿de qué nos sirven si no somos amables con los demás, si mostramos prejuicios contra los demás, y si permitimos que los prejuicios culturales y sociales de nuestro entorno nos hagan tratar a los demás como inferiores?

La verdadera educación cristiana, como mínimo, debe hacernos elevar por encima de estas debilidades y males humanos, y ver a los demás como Cristo los ve, seres por quienes él murió, seres cuyos pecados cargó en la Cruz, seres por los cuales pagó un precio infinito. Si exaltamos la Cruz como debemos, entonces veremos el valor de cada ser humano y, en teoría, los trataremos como realmente se merecen, según el valor que Dios les concede. La educación cristiana debe incluir esta enseñanza; de lo contrario, no merece el nombre de “cristiana”.

¿Qué prejuicios enseña tu cultura y tu sociedad, ya sea en forma sutil o abierta, que, como cristiano, debes dejar de lado?

II. LLAMADOS PARA VIVIR COMO LUCES

Por donde miremos, parece que nuestro planeta se está replegando sobre sí mismo, intercambiando luz por oscuridad. Sin embargo, también encontramos oscuridad mucho más cerca de nosotros al considerar nuestra experiencia en este mundo difícil y desafiante. Porque nosotros también conocemos los horrores que nos depara esta vida mientras luchamos con la enfermedad, mientras afrontamos la pérdida de los seres queridos, mientras vemos a las familias sucumbir a la separación y el divorcio, mientras luchamos por dar sentido a muchos de los males de nuestra sociedad y nuestra cultura.

No obstante, en medio de este panorama de ruina moral y oscuridad espiritual, en medio de todo este ruido externo e interno, escuchamos las palabras de Jesús para cada uno de nosotros:
“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo” (Mateo 5:14-16, NVI). 
¿Qué nos enseñan estos versículos acerca de cómo debemos vivir? ¿De qué manera, como cristianos, lo que hacemos impacta en cómo los demás ven a Dios?

Sentada junto al mar de Galilea ese día bajo el sol ardiente, ¿Cómo habrá entendido sus palabras la audiencia de Jesús? Los que escucharon sus palabras sabían todo acerca de la luz y la oscuridad. Por cierto, tenían mucha oscuridad para temer. Vivían bajo la ocupación romana, en una sociedad militarizada, que a pesar de su falta de teléfonos, computadoras e Internet, en muchos sentidos era tan eficiente como la nuestra, y en algunos aspectos aún más aterradora.

Los romanos estaban en todas partes, y les recordaban a las masas en la ladera que quienes insistían en causar problemas rápidamente se encontrarían con los torturadores, y con una muerte desnuda en una cruz romana.

Y, sin embargo, aquí estaba Jesús, llamándolos a vivir como la luz. A ser misericordiosos. A ser puros de corazón. A ser pacificadores. Por ende, la educación cristiana debe enseñar a nuestros alumnos a ser luces en el mundo, para poder tomar decisiones que revelarán la realidad y la bondad de Dios a los demás.

¿De qué manera podemos mostrar a los demás la realidad y la bondad de Dios?

III. VIVIR COMO DISCÍPULOS

Si como iglesia nos proponemos seriamente ser una fuerza para la educación cristiana, es imperativo que comencemos con Jesús. Jesús llamó a los discípulos. Los entrenó para misionar caminando con ellos. Jesús les brindó la oportunidad de relacionarse con la gente que debían cuidar y amar. Y diariamente Jesús los desafiaba con su visión de lo que podría ser este mundo cuando las personas comienzan a tratarse como hermanos y hermanas.

Si leemos Lucas 4:18 al 23. ¿Cuál es el mensaje de Cristo para todos los que somos sus seguidores?

Durante tres años, los discípulos observaron cómo Jesús, su Maestro, hacía realidad los ideales del Reino, ideales anunciados en su primer sermón en la sinagoga de Nazaret. El perdón, la gracia y el amor iban de la mano con la soledad, el compromiso y las dificultades. Si había una lección que aprender, era la lección de que el discipulado no es algo que uno se toma a la ligera. Eres un discípulo de por vida, no solo por un día.
“El mandato que dio el Salvador a los discípulos [...] incluye a todos los creyentes en Cristo hasta el fin del tiempo. [...] A todos los que les llegó la inspiración celestial reciben el evangelio como cometido. A todos los que reciben la vida de Cristo se les ordena trabajar para la salvación de sus semejantes. La iglesia fue establecida para esa obra, y todos los que toman sus votos sagrados se comprometen por ese acto a ser colaboradores con Cristo” (DTG, 761).

Como discípulos de Jesús, hoy debemos asegurarnos de que Jesús sea siempre el centro de nuestra comunión y de nuestra adoración. Es bueno recordar que fue Jesús quien inventó el discipulado. Aunque los rabinos de su época atraían seguidores, fue Jesús quien llamó a hombres y mujeres a seguirlo. Los rabinos nunca podrían haberse imaginado un llamado tan radical como para sugerir que estar con Jesús era más importante que todos sus mandatos.

Y, como discípulos de Jesús, no solo mostramos respeto por todas las personas; además trabajaremos para proveer el tipo de lugar donde todos puedan crecer y desarrollarse.

Por lo tanto, toda educación cristiana debe incluir este sentido de misión, de propósito, no solo para ganarse el sustento sino para hacer en nuestra propia esfera lo que Jesús nos llama a hacer: seguir sus pasos al suplir las necesidades de los necesitados y compartir con ellos las buenas nuevas del evangelio.

IV. EN BUSCA DE LA VERDAD

Albert Einstein, quien a menudo es considerado el padre de la física moderna, escribió: 
“Lo importante es no dejar de preguntar. La curiosidad tiene su propia razón de existir. Uno no puede evitar sentirse asombrado cuando contempla los misterios de la eternidad, de la vida, de la maravillosa estructura de la realidad. Alcanza con que uno trate simplemente de comprender un poco de este misterio cada día. Nunca pierdan la sublime curiosidad”.

Vivimos en un mundo de misterio, ¿verdad? La ciencia moderna nos ha mostrado que existe una increíble complejidad en casi todos los niveles de existencia. Y, si es así para las meras cosas físicas, ¿Cuánto más para las cosas espirituales?
¿Qué enseñan los siguientes textos sobre la búsqueda de la verdad, de respuestas? Jeremías 29:13; Mateo 7:7; Hechos 17:26, 27; Salmo 25:5; Juan 16:13; 17:17.
La Biblia está llena de historias de gente curiosa muy parecida a cada uno de nosotros: hombres y mujeres que tienen preguntas, miedos, esperanzas y alegrías; personas que, a su manera, buscan la verdad, buscan respuestas a las preguntas más difíciles de la vida.

“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11). ¿Qué quiere decir Salomón con esto? Algunos traducen la palabra hebrea ‘olam como “eternidad” y otros como un “sentido del pasado y del futuro”. Entonces, según este versículo, Dios ha colocado en la mente y el corazón humanos un sentido del pasado y el futuro, la eternidad misma. Es decir, como seres humanos, tenemos la capacidad de pensar en lo que llamamos “las grandes preguntas” sobre la vida y nuestra existencia en general.

Y, por supuesto, aquí es donde las Escrituras juegan el papel central. 
¿Quiénes somos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo debemos vivir? ¿Qué pasa cuando morimos? ¿Por qué hay maldad y sufrimiento? Estas son las preguntas que los que buscan la verdad se han estado haciendo desde el comienzo, según los registros históricos. Qué privilegio y qué responsabilidad es poder ayudar a estos buscadores a encontrar algunas respuestas en la actualidad. 
¿Qué es la educación cristiana, si no conducir a las personas a estas respuestas que se encuentran en la Palabra de Dios?
¿Por qué las Escrituras deben desempeñar el papel principal para dar respuesta a las grandes preguntas de la vida?

V. CÓMO COMPARTIR LA VIDA

Lee 1 Tesalonicenses 2:6 al 8. ¿Qué enseña Pablo que podríamos y deberíamos reflejar en nuestras escuelas y nuestras iglesias?

Al vernos confrontados por la degradación del sentido de comunidad en la sociedad, vivimos en una época en la que la interpretación bíblica del concepto de iglesia nunca ha sido tan significativa. Como nos recuerda Mateo 18:20: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. 

La visión neotestamentaria de lo que son la iglesia y la comunidad cobró forma principalmente en los hogares de los creyentes. Fue allí donde la comunidad se reunía en grupos pequeños para orar, cantar, celebrar la Cena del Señor, aprender y compartir las palabras de Jesús entre ellos.

Estos grupos de culto también llegaron a ser las primeras escuelas de la iglesia, ya que este era el lugar donde conocían la Biblia y la nueva vida en Jesús. Los escritos de Pablo, como Romanos 12:2: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (NVI), sugieren que la iglesia se tomó muy en serio esta obra de educación.

Estos primeros creyentes pronto descubrieron que, es en comunidad como se puede vivir mejor el evangelio. En comunidad, tenemos razones para cantar más fuerte, orar con más fervor y ser más cariñosos y compasivos. Cuando escuchamos a otros hablar de la bondad de Dios, sentimos lo bueno que ha sido con nosotros; cuando escuchamos de las luchas y las heridas de los demás, sentimos el cuidado de Dios en nuestra vida y experimentamos un deseo renovado de ser instrumentos de su gracia y de su poder sanador.

En el pasaje de hoy, Pablo afirma que el evangelio de Dios lo es todo: el poder de la Cruz, la resurrección del Señor, la promesa de su regreso. Simplemente, no había mejor noticia en todo el mundo, y Pablo pasó su vida entregado al desafío de compartir la historia de Jesús con total integridad y compromiso.

No obstante, Pablo sugiere que el mensaje del evangelio se puede entender mejor, se puede experimentar mejor, a través del acto de compartir la vida. Nunca debemos olvidar que la gente observa de cerca para ver si nuestra vida ilustra el mensaje de gracia que se encuentra en la Biblia.
Piensa bien en cómo vives, y hazte esta pregunta: ¿Qué tipo de testigo soy para quienes me rodean?

CONCLUSIÓN

“Cristo frustró esa esperanza de grandeza mundanal. En el Sermón del Monte trató de deshacer la obra que había sido hecha por una falsa educación, y de dar a sus oyentes un concepto correcto de su Reino y de su propio carácter. Sin embargo, no atacó directamente los errores de la gente. 
Vio la miseria del mundo por causa del pecado, pero no delineó demasiado vívidamente la miseria de ellos. Les enseñó algo infinitamente mejor de lo que habían conocido antes. Sin combatir sus ideas acerca del Reino de Dios, les habló de las condiciones de entrada a él, dejándolos sacar sus propias conclusiones en cuanto a su naturaleza. Las verdades que enseñó no son menos importantes para nosotros que para la multitud que lo seguía. No necesitamos menos que dicha multitud conocer los principios fundacionales del Reino de Dios” (DTG, 266).

1. Robert Louis Stevenson nació en Edimburgo, Escocia, en 1850. Stevenson cuenta que una noche, cuando su niñera lo estaba preparando para ir a dormir, él se acercó a la ventana y vio algo cautivador. Era un farolero que iba de una lámpara de gas a otra. Con gran alegría, llamó a su niñera y le dijo: “¡Mira a ese hombre! ¡Está haciendo agujeros en la oscuridad!” 

¿Qué papel te ha dado Dios para llevar luz y amor a tu comunidad? Si no estás seguro, invita a varios miembros de la iglesia y siéntense a analizar lo que podrían lograr juntos.

2. Si la iglesia ha de trabajar en equipo con Dios para alcanzar al mundo, debemos aceptar las palabras y el ministerio de Jesús. La realidad misma de la Encarnación, de que Dios vino hasta nosotros, a vivir en nuestro mundo, a luchar, reír y llorar con nosotros, nos recuerda que fuimos llamados a cuidar a quienes nos rodean. 
¿Cómo harás esto? ¿Cómo podrías aprovechar a los jóvenes de tu congregación para que te ayuden con este trabajo?

3. Piensa en la responsabilidad que nosotros, como adventistas del séptimo día, tenemos de enseñar a los demás las maravillosas verdades que recibimos. La iglesia local, ¿Cómo podría asumir un papel clave para enseñar estas verdades a los demás? Al mismo tiempo, ¿Cómo puede la iglesia ser un lugar seguro para analizar estas verdades con quienes hacen preguntas difíciles sobre ellas? ¿Qué puedes hacer tú para crear un entorno en el que se puedan abordar preguntas serias?

4. En clase, hablen sobre los prejuicios culturales de la sociedad donde vives. ¿De qué manera tu iglesia puede enseñar a los demás a elevarse por encima de esos prejuicios y seguir las enseñanzas de las Escrituras?

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