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El milagro de la Multiplicación de los panes y los peces - Milagros y Bendiciones

Marcos 6:30-44

¿Usted cree en milagros? ¿Ya recibió un milagro personal? ¿O puede relatar un milagro que conoce?

INTRODUCCIÓN

En realidad a todos les gusta mucho los milagros porque son intervenciones sobrenaturales de Dios en la vida humana; inesperados, raros e intrigantes. Alteran las leyes de la naturaleza y revelan el poder soberano de Dios.

Hoy vamos a recordar uno de los milagros más grandes y más importantes que Jesús realizó, que enfatiza las enseñanzas prácticas
para nosotros que queremos servir a Dios y ver milagros en nuestra vida y en nuestra comunidad. 
La escena de la multiplicación de los panes y peces, además de hacernos comprender la misión que tenemos de utilizar los dones y talentos que disponemos para colocarlos en las manos de Dios, nos hace reflexionar sobre los tres personajes del texto. 
Jesús, quien multiplica los panes y los peces; los discípulos, que actuaron distribuyendo los panes y los peces para satisfacer el hambre de la multitud; y la multitud de aproximadamente diez mil personas, que fueron alimentadas y quedaron satisfechas por ese milagro de Cristo.

Ese milagro sucedió cuando Jesús estaba pasando un día de descanso 
con sus discípulos. Acababan de regresar de un viaje ministerial que 
había exigido mucho de ellos. Por eso, estaban cansados. Jesús los invitó a hacer una pausa, llevándolos a un lugar diferente en otro punto del pequeño mar de Galilea.
Vemos que una gran multitud siguió a Jesús hasta el desierto. El Maestro, aunque todavía estaba de luto por su amigo Juan el Bautista, en ese lugar inhóspito, fue movido por la compasión hacia el pueblo. Un 
pueblo pobre, humilde, sin muchos recursos materiales y psicológicos. 
Muchos estaban enfermos. 
Las horas pasaron rápido. Cuando terminó su predicación ya era tarde.
Los discípulos querían que el Maestro despidiera a la multitud para que buscara comida. Los discípulos creían que a Jesús sólo le importaba el aspecto espiritual de las personas. Pero el Maestro mostró que se preocupa por todos los aspectos de la vida humana.
 
¿Usted sabe la diferencia entre deseos y necesidades?
Los deseos son las necesidades humanas moldeadas por la cultura y por las características individuales. Ejemplos: la compra de un auto 0 km, un par de zapatillas de marca, un viaje para el exterior. 
Podríamos resumir los “deseos” con la frase “lo que yo quiero”.
Las necesidades son carencias que precisan ser suplidas. Ejemplos: 
alimentación, ropas, vivienda, salud, etc. Podríamos resumir las “necesidades” con la frase “lo que yo realmente necesito para vivir”.

Me pregunto:
¿Cuáles son nuestras mayores necesidades? ¿Podemos identificar las necesidades de las personas de nuestra comunidad?

Cuando D. L. Moody estaba firmando su gran Escuela Bíblica Dominical en Chicago, recibía niños de varios lugares. Con frecuencia los pequeñitos dejaban de ir a otras Escuelas Bíblicas Dominicales más cercanas de su casa sólo para ir a estudiar la Palabra con el señor Moody.

Cuando alguien le preguntó a un niño por qué caminaba tanta distancia para asistir a esa Escuela Bíblica, él respondió: “Porque allá aman a las personas” (Wiersbe, 2006, t. 5). 
Esa historia es una ilustración muy clara de la visión de Dios para nuestra vida, nuestra comunidad y nuestra iglesia. Él vio las multitudes perdidas y afligidas, y sintió compasión. Nuestra visión como personas y como iglesia es demostrar esa misma compasión, alcanzando y transformando vidas, 
además de esparcir esperanza donde quiera que estemos. 
Somos como sus discípulos. Tenemos limitaciones, es cierto. Pero nuestras dificultades y limitaciones deber ser un estímulo para buscar una solución en Dios. Necesitamos desviar nuestros ojos de nuestro gran problema (“pero yo no tengo nada”). Nosotros no logramos crecer cuando no tenemos luchas y problemas, pero sí crecemos cuando decidimos intentar y enfrentar los problemas. Ahí es cuando vencemos, y siempre por la intervención de la gracia capacitadora de Cristo. 

Los discípulos ofrecieron dos sugerencias para resolver el problema: mandar a las personas que busquen su propia comida o juntar dinero suficiente para comprar un pedazo pequeño de pan para cada uno. 
Para ellos todas esas personas estaban en un lugar equivocado, en la hora inapropiada y no había nada que pudieran hacer.
Entonces ¿Existe algo que podemos hacer para atender las necesidades de las personas a nuestro alrededor? ¿Nuestra comunidad espiritual mira esas necesidades como los discípulos o como Jesús?

III. APLICANDO EL TEXTO

Dios actuó cuando los discípulos y aquel niño actuaron. Porque la Biblia garantiza que el mismo Dios que nos desafía a actuar también nos capacita, y actúa sobrenaturalmente, dando todo el respaldo a lo que hacemos para cumplir su voluntad. Por eso Jesús afirmó que estará con nosotros todos los días, en la medida en que obedecemos su “Id por todo el mundo”. También fue en ese sentido que Pablo afirmó en 1 Tesalonicenses 5:24 “Fiel es el que os llama, el cual también hará”.
El milagro sólo fue realizado cuando los discípulos tuvieron la disposición de intentar traer algo a Jesús. 
Lo que podían hacer era muy poco, algo aparentemente pequeño, pero era lo mejor que consiguieron. Podemos entender que es sólo esto mismo lo que Dios espera de nosotros: que por lo menos intentemos hacer todo lo que está a nuestro alcance, pagando el precio del sacrificio que sea necesario, y Él hará el milagro.

Hoy necesitamos salir de nuestra zona de comodidad. La obra de Dios requiere siempre un precio de oración intensa, ayuno y compromiso serio con Dios. 
Debemos estar dispuestos a servir a Dios al punto de dar nuestro pan, nuestros peces, nuestro corazón y hasta nuestra propia vida por la visión de amor y compasión que Dios quiere derramar en nuestro corazón. 
Por ello ¿Qué estamos haciendo y/o qué podemos hacer para responder a esta orden de Jesús: alimenta el hambre espiritual (y también física) de las personas?

CONCLUSIÓN

Es un privilegio recibir la invitación del Rey del Universo a ser parte de la construcción del proyecto que Él diseñó. Somos una iglesia en grupos pequeños y entendemos que cada creyente es un discípulo y un ministro de Dios. Queremos ver a todos los participantes del grupo
pequeño comprometidos con la Gran Comisión: hacer discípulos y cuidar muy bien de ellos. Por eso, nuestro grupo pequeño se multiplica para generar vida continuamente y para alcanzar un blanco mayor:
alcanzar los perdidos para Cristo. Podemos alcanzar lo inimaginable en nuestra vida personal si, movidos por compasión por los que todavía no conocen el amor y la salvación de Jesús, trabajamos para realizar la voluntad de Dios y obedecer la orden que Él nos dio.

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