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El paralítico de Betesda - Milagros y Bendiciones

Juan 5

¿Sabe qué significa “enfermedad crónica”? ¿Vio alguna vez a alguien con los miembros atrofiados? ¿Qué sintió? ¿Qué cree que la persona siente?

INTRODUCCIÓN

Tener fe está de moda, está en la onda. Todos tienen fe en algo o en alguien, otros se sienten orgullosos de tener mucha fe en sí mismos. Sin embargo, ¿es tan importante tener fe? ¿Es suficiente tener fe para que todo se resuelva? ¿Es necesario tener fe en la persona correcta? Como cristiano, es cierto que usted me está entendiendo. “Sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). ¡Pero esa fe es la fe en Dios! 
Algunos dicen que Dios sólo ayuda y cura a quien tiene fe, y si nada sucedió, la culpa es suya por su falta de fe. Otros quieren presionar a Dios con la fe, como si Él estuviera obligado a actuar en respuesta a nuestra fe. 
Esta historia real que contó Juan nos enseña mucho sobre la fe, la cura y sobre Dios. 

En el tiempo de Jesús no existían hospitales. Lo más parecido a un hospital en Jerusalén era un estanque cerca de la Puerta de las ovejas, llamado Betesda. 
A ese estanque llegaba una gran multitud de enfermos, ciegos, cojos, mancos y paralíticos esperando el movimiento del agua.
Cada cierto tiempo, el agua se movía y el pueblo desesperado pensaba que se manifestaba un poder sobrenatural. Cientos de personas enfermas concurrían al lugar. Al más leve movimiento del agua, todos se precipitaban hacia la fuente, se atropellaban, hombres, mujeres y niños. En la confusión nunca se sabía quién entraba primero, ni si alguien había sido curado. Muchos se arrastraban hacia el borde del 
estanque con una esperanza vana de curación. En medio de toda esa desesperación y dolor, estaba Jesús. Su deseo era curar a todos. Pero Él sabía que todavía no podía, hasta que un hombre le llamó la atención. 

¿Será que hoy todavía existe el estanque de Betesda? ¿Existen varios estanques donde las personas que sufren van en busca de un poder sobrenatural que las ayude? ¿Si Jesús estuviera otra vez aquí, andando entre nosotros, Él iría a esos lugares?

¿Por qué Jesús no sanó a todos los que estaban allí? 

SIN ESPERANZA

Alrededor del estanque yacía una enorme multitud llena de fe. Pero la fe no tiene poder cuando está dirigida a un destino equivocado. Cuando Jesús se acercó al hombre, lo encontró en una estera totalmente sin esperanza. “[…] levantaba ocasionalmente la cabeza para mirar al estanque, cuando un rostro tierno y compasivo se inclinó sobre él, y le atrajeron la atención las palabras: ¿Quieres ser sano? (Juan 5:6). La esperanza renació en su corazón. Sintió que de algún modo iba a recibir ayuda. Pero el calor del estímulo no tardó en desvanecerse. Se acordó de cuántas veces había tratado de alcanzar el estanque; y ahora tenía pocas perspectivas de vivir hasta que fuese nuevamente agitado. Volvió la cabeza, cansado, diciendo: ‘Señor, [...] no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo’ (Juan 5:7). Jesús no pide a este enfermo que ejerza fe en él. Dice simplemente: ‘Levántate, toma tu lecho, y anda’ (Juan 5:8). Pero la fe del hombre se aferra a esa palabra. En cada nervio y músculo pulsa una nueva vida, y se transmite a sus miembros inválidos una actividad sana. Sin la menor duda, dedica su voluntad a obedecer a la orden de Cristo, y todos sus músculos le responden. De un salto se pone de pie, y encuentra que es un hombre activo” (DTG, 172).

Lamentablemente, muchas veces colocamos nuestra fe en quien no lo merece. No es sólo porque tenemos fe que las cosas sucederán. Observe que Jesús no le pidió al hombre que tuviera fe en Él para después curarlo. Sin embargo, él demostró fe y obedeció la orden de levantarse. Esto nos enseña algunas cosas: 1) Dios no nos atiende en respuesta a nuestra fe. Él no es rehén de nuestra fe. Nos cura porque quiere, según su plan para nuestra vida. 2) El hombre se levantó antes de tener evidencias. Pedir 
una prueba para tener fe no es creer.

¿Qué podemos descubrir sobre ese enfermo, y la de muchos hoy, por la respuesta a Jesús: “Señor, no tengo quien me meta…”? ¿Será que la mayor necesidad de los que sufren es no tener a alguien?

DEJAR LA VIEJA VIDA

Pocas personas le prestan atención al diálogo de Jesús con el hombre curado. Cuando los dos se encontraron en el templo, días después, Jesús le dijo: “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Juan 5:14).
Esa frase de Jesús nos enseña muchas cosas. Tal vez la más importante es que ese hombre estaba enfermo por causa del pecado, no del estado de pecado, que todos vivimos, sino por algún pecado cometido en el pasado. Muchas veces, afirmamos que la curación verdadera no puede ser revertida, que una enfermedad curada por Dios no vuelve. Según ese texto, no es asi. Ni siquiera la curación de Dios puede permanecer en medio de la desobediencia. “Si la luz que Dios nos ha dado con respecto a la reforma pro salud es desatendida, él no obrará un milagro para mantener sanos a los que siguen una conducta tal que los enferma” (CSRA, 480).
 
CAMBIO DE HÁBITOS Y PROPÓSITOS

“Dios exige que su pueblo progrese constantemente. Debemos aprender que la satisfacción de nuestros apetitos es el mayor obstáculo que se oponga a nuestro progreso intelectual y a la santificación del alma. No obstante, todo lo que profesamos en lo que concierne a la reforma pro salud, algunos de entre nosotros se alimentan mal. El halago de los apetitos es la causa principal de la debilidad física y mental, del agotamiento y de las muertes prematuras. Toda persona que busca la pureza de la mente debe recordar que en Cristo hay un poder capaz de dominar los apetitos” (9TI, 125).

¿Usted puede notar si tiene en su vida actitudes y hábitos que pueden causarle problemas en el futuro? ¿De qué manera la advertencia de que Jesús le hizo al hombre (Juan 5:14) también es para nosotros hoy?

CONCLUSIÓN 

Tener fe es importante y vital. Pero debe ser una fe verdadera en la persona correcta, Jesús. La fe verdadera no es la que reivindica, la que intenta mover a Dios. La fe verdadera es la que nos mueve confiadamente en dirección a Dios, pues Él ya se movió en nuestra dirección. La fe verdadera espera. Y no piense que Dios está obligado a actuar sólo porque tenemos fe. Él actúa según su plan. El barro no puede decirle al alfarero lo que tiene que hacer. Y no olvide: al recibir la cura, ¡no peque más!

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