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Restaurando el Altar Familiar I - Restaurando el Altar


INTRODUCCIÓN 

En las últimas décadas el índice de problemas en la familia ha aumentado considerablemente. Cuando dirigimos una breve mirada a la iglesia, la cuestión no es muy diferente, pues, en una encuesta sobre las familias de la iglesia, se constató que un asunto básico como es el culto familiar está cada vez más ausente en las familias cristianas. La pregunta que se realizó fue: “¿Cuál es la frecuencia del culto en su hogar?” 

Resultado: el 20% de los entrevistados respondieron que realizan el culto diariamente en sus hogares, el 28% dijo que solo de vez en cuando. Los demás, el 52%, informaron que nunca hicieron el culto personal o familiar en sus hogares. Las muestras obtenidas por algunos pastores celosos son inquietantes. Hay entre los creyentes algunos a quienes nada se les dijo antes sobre eso, los recién convertidos hasta se sorprenden cuando se habla del asunto. No es de admirar que muchos de esos permanecen en la fe y en la doctrina sólo por poco tiempo. Todo esto nos lleva a una conclusión: existe un altar que debe ser restaurado. Existe un altar que ha sido muy descuidado y deshonrado; y es nuestro deber como líderes religiosos restaurarlo y dedicar todos los esfuerzos para reconstruir una de las más lindas instituciones

I. LA RELIGIÓN EN EL HOGAR 

La ausencia de religión es el hecho responsable de la desunión, discordia, desamor, división y disgregación de la familia. Precisamos estar unidos a Cristo a fin de superar una a una esas y otras dificultades. Indudablemente se debe dar un énfasis especial al culto familiar, pues es un factor de armonía entre los miembros de la familia. En Deuteronomio 6:4-9 leemos uno de los pasajes más célebres sobre la importancia del culto familiar. 

En el versículo 4 comienza el famoso Shema (forma hebrea de la primera palabra del versículo). Este versículo era tan importante que se tornó la confesión básica de fe en el judaísmo. Sin embargo, con el tiempo se comprobó que para cumplir esta orden sin olvidarse, debía incluirse en las ceremonias del amanecer y atardecer (cultos matutinos y vespertinos). 

“Los padres aún no comprenden el asombroso poder de la cultura cristiana. Hay minas de verdad que deben trabajarse pero que han sido extrañamente descuidadas. Esta negligencia no recibe la aprobación de Dios. Padres, Dios os llama a que consideréis esta cuestión con ojos ungidos. Sólo habéis raspado la superficie. Reasumid la obra que habéis descuidado durante tanto tiempo, que Dios colaborará con vosotros” (CN, 68, 69). 

La Biblia presenta algunos modelos de vida cristiana que sirven a nuestras familias de hoy, uno de ellos sin duda es el ejemplo de la vida de Abraham. En Génesis 12:7 y 8 dice que Abraham levantó un altar al Señor, y ese no era un hecho aislado, dondequiera que el patriarca se detenía levantaba un altar a Dios. Todavía hoy el altar de la familia, que es el culto familiar, debe levantarse en nuestro hogar. El valor de esa práctica en la vida de la familia cristiana no debe descuidarse. El tiempo dedicado a la instrucción, alabanza y oración rendirá frutos para el resto de la vida de los hijos y de los padres. Entre otras cosas, el culto familiar une a los miembros de la familia los unos con los otros. Al mismo tiempo que el culto familiar une a la familia, también provee momentos oportunos para que cada uno comparta sus luchas, dificultades y victorias. Es una ocasión en la que los hijos pueden abrir las ventanas de sus vidas y exponer ideas y dudas. 

Los padres pueden ser transparentes en relación a sus propias faltas y pedir perdón cuando es necesario. El Chicago Catholic se refirió a una investigación nacional que concluía que, aproximadamente, la mitad de los matrimonios termina en divorcio. Sin embargo, entre matrimonios que asisten regularmente a la iglesia, solo uno en cincuenta matrimonios termina en divorcio. Además, entre los matrimonios que practican una vida activa de oración conjunta, el índice de divorcios es de uno en cada 1.105. “Las tinieblas del malo cercan a aquellos que descuidan la oración. Las tentaciones secretas del enemigo los incitan al pecado” CC, 95. 

II. LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA DEBEN UNIR ESFUERZOS PARA EL ÉXITO DE LA FAMILIA 

“También se me ha mostrado que muchas veces la esposa comete un grave error. Ella no realiza esfuerzos decididos para dominar su propio genio y hacer feliz el hogar. Manifiesta a menudo inquietud y profiere quejas innecesarias. El esposo llega de su trabajo cansado y perplejo, y encuentra un rostro ceñudo en vez de palabras alegres y alentadoras. El es humano y sus afectos se apartan de su esposa. Pierde el amor al hogar, su senda se oscurece y se desvanece su valor” (TI, 276). 

Parafraseando una frase conocida diría: “Una familia nunca es más fuerte que su eslabón más débil”. Para restaurar por completo el altar de la familia, todos deben hacer su parte para alcanzar los objetivos divinos. En la Biblia hay un ejemplo de una familia que se unió en este propósito. Impulsada por el jefe del hogar, esta familia fue una bendición para su generación y las posteriores. Leamos Josué 24:14, 15. Cuando Josué hizo esta declaración tenía más de 100 años. Tenía un celo admirable por los asuntos de familia. Josué sabía que todavía había mucha idolatría en Israel. Había terminado de decir al pueblo que se apartara de los dioses falsos (v. 14). Sabía que su familia tendría que nadar contra la corriente para continuar sirviendo al Señor; aún así, declaró enfáticamente que su familia procedería así de cualquier manera. Lo más increíble es que esta familia buscó al Señor de verdad y su ejemplo fue transmitido de generación en generación. Mucho tiempo después de que Josué murió, la influencia de su testimonio y el de su familia continuaba entre el pueblo. 

“Y sirvió Israel a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que sabían todas las obras que Jehová había hecho por Israel” (Josué 24:31). 

“Mucho más poderosa que cualquier sermón que se pueda predicar es la influencia de un hogar verdadero en el corazón y la vida de los hombres” (MC, 271). 

III. LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA DEBEN VIVIR EL AMOR ALTRUISTA 

“Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos” (Cantares 8:7). 

“No integramos una familia solo en términos de nuestros lazos legales en el casamiento o por nuestra conexión de sangre en el nacimiento. Formamos una familia por la unión que se desarrolla a través del amor altruista. Si falta ese amor, el nombre y la forma de “familia” puede estar presente, pero no los ingredientes que la definen”. Lo que el amor no puede hacer, nada más lo conseguirá. ¿Cómo deletrea usted amar? ¿Cómo definiría el comportamiento de una persona que ama de verdad? El amor maduro está centrado en el otro. 

En su libro Marriage for love (casamiento por amor), el Dr. Richard Strauss escribió que “La mayor satisfacción es hacer feliz al otro”. No encontramos la felicidad buscándola, pues cuanto más la buscamos más decepcionados quedamos. La búsqueda egoísta de nuestro propio placer solo trae infelicidad. Vivir para beneficio de otros trae grandes recompensas. Él continúa: “El amor maduro es crecer de una posición que recibe mucho y da poco a una posición de dar todo con alegría sin exigir nada a cambio”. Si su amor es maduro, no estará sólo interesado en tener satisfechas sus necesidades, sino estará también interesado en llenar las necesidades del otro, y si hubiera conflicto de necesidades, el amor maduro no necesita echar la moneda para decidir quién debe recibir atención en primer lugar. Lewis continúa comparando el amor entre dos personas con un violín y un arco. En las manos de un músico hábil producen un sonido maravilloso que no sería posible imaginar si se ven por separado. Lo mismo sucede cuando un hombre y una mujer participan de una relación madura y desprendida, viéndolos separados no se puede ver la belleza y armonía que existe cuando están juntos. 

CONCLUSIÓN 

Cuando Dios une a un hombre y una mujer, lo hace para siempre. Sepan que su mayor interés es una unión eterna. Él mismo está dispuesto a proveer los recursos para que eso sea posible. Pero, no siempre nos dará lo que pedimos. Sin embargo nos concederá lo que realmente necesitamos. 

La familia es uno de los regalos más bellos de la humanidad. No estamos solos en la tarea de defenderla, protegerla y especialmente restaurarla. Nunca desista de su hogar, de su matrimonio o de sus hijos. Por más destruidos que estén, el Señor, el gran alfarero puede restaurarlos.

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