Romanos 3:23-24.
Propuesta: Mediante la justificación Jesús nos recuerda
que podemos vivir libres de la condenación y agradecidos
por esta nueva relación.
INTRODUCCIÓN
A. Las dos figuras que hemos considerado hasta aquí nos
han llevado al recinto del templo en el caso de la
propiciación, y al mercado de esclavos en el caso de la
redención. La tercera imagen, la justificación, nos
llevará al escenario de los tribunales judiciales. Ante
un tribunal solo hay dos sentencias: Condenación y
justificación. La mala noticia es que todos nosotros
estamos bajo condenación. La buena noticia es que en
la cruz, Dios ha arreglado nuestro problema y nos
ofrece el perdón.
En este sentido la justificación es lo
opuesto de la condenación como lo expresa Pablo en Romanos 5:18: “Así que, como por la transgresión de
uno vino la condenación a todos los hombres, de la
misma manera por la justicia de uno vino a todos los
hombres la justificación de vida”.
B. Cabe aclarar que cuando se habla de justificación, no
se hace referencia al estado del carácter sino al estado
de la relación del que cree, porque el carácter es el
resultado de un proceso que dura toda la vida, el cual
conocemos como santificación.
Pero la justificación
sucede en un instante, y no admite grados porque es
completa cuando aceptamos por fe la gracia de Cristo.
En la justificación somos perdonados, aceptados, y
estamos en la debida relación con Dios.
En otras
palabras somos declarados justos pero no hechos
justos. El proceso de la salvación empieza con la
justificación pero no termina allí, como podemos verlo
en el siguiente cuadro.
3 Momentos en el proceso de la salvación:
1. JUSTIFICACIÓN
- Somos librados de la culpa del pecado.
- Es nuestro derecho al cielo.
- Sucede en un momento cuando aceptamos a Cristo.
2. SANTIFICACIÓN
- Somos librados del poder del pecado.
- Es nuestra idoneidad para el cielo.
- Es un proceso que dura toda la vida.
3. GLORIFICACIÓN
- Somos librados de la presencia del pecado.
- Nuestra traslación al cielo.
- Sucederá en un momento cuando Cristo venga.
Los tres momentos son por fe.
C. En el NT se resalta el gigantesco significado de la
justificación en una asombrosa declaración paulina:
“Al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino
como deuda; más al que no obra, sino cree en aquel que
justifica al impío, su fe le es contada por justicia”
(Romanos 4:4,5).
Que Dios justifique al impío podría
parecer una contradicción para la mente humana, pues
en el AT se había dicho:
“De palabra de mentira te
alejarás, y no matarás al inocente y justo; porque yo no
justificaré al impío” (Éxodo 23:7).
Pero ya el mismo
Señor Jesús había presentado el caso del publicano
quien con solo al implorar la misericordia de Dios,
“descendió a su casa justificado” (Lucas 18:13,14).
Sin
embargo, para ampliar un poco más lo que quiere decir el NT trataremos de ver la justificación desde los
siguientes 4 ángulos.
-
La fuente de la justificación
-
La base de la justificación
-
El medio de la justificación
-
Los resultados de la justificación
D. Estos aspectos no solo resaltan el fundamento
teológico de esta maravillosa doctrina que fue la
bandera de la Reforma sino que constituyen “la obra
de Dios que abate en el polvo la gloria del hombre, y
hace por el hombre lo que éste no puede hacer por sí
mismo”. (TM, 456)
Por ello, cobran vital importancia para
nosotros. Ya que al estar ajenos seríamos “enemigos de
la cruz de Cristo” (Filipenses 3:18).
Veamos entonces
cada uno de estos aspectos de este vital tema.
LA FUENTE DE NUESTRA JUSTIFICACIÓN:
“JUSTIFICADOS POR SU GRACIA” (ROMANOS 3:24).
A. Pablo utilizó cuatro frases claves que se refieren
sucesivamente a la fuente, la base, el medio y los
resultados de la justificación. Primero, la fuente de nuestra justificación está indicada en la expresión
“justificados gratuitamente por su gracia” (Romanos
3.24). Es decir, por su favor totalmente inmerecido.
B. Dado que es cierto y seguro que "no hay justo, ni aun
uno" (Romanos 3.10), es igualmente cierto y seguro
que nadie puede declararse a sí mismo justo a la vista
de Dios. La auto-justificación es imposible
(Romanos 3.20).
Por lo tanto, "Dios es el que justifica"
(Romanos 8:33). Sólo él puede hacerlo y lo hace
gratuitamente (Romanos 3.24), es decir, acredita la
justificación como un regalo, no en razón de obras que
hayamos hecho nosotros, sino sobre la base de su
propia gracia.
C. No obstante, una cosa es la gracia; otra cosa es la
justicia. Y la justificación tiene que ver con la justicia.
Cuando decimos que somos “justificados por su gracia”
estamos hablando solo del primer aspecto, de la fuente de nuestra justificación, pero todavía no decimos nada
acerca de la base legal, sin la cual Dios entraría en
contradicción con su propia justicia.
D. En este punto nuevamente tocamos el origen de la
única gratitud que el cielo acepta. La gratitud que
responde a la gracia inmerecida.
LA BASE DE NUESTRA JUSTIFICACIÓN: “JUSTIFICADOS EN SU SANGRE” (ROMANOS 5:9).
De modo que otra expresión paulina clave, que nos
lleva a la base de nuestra justificación, es que somos
“justificados en su sangre” (Romanos 5.9).
Cuando el
hombre pecó no creyó que la paga de la desobediencia
es la muerte. Para salvarlo, Dios no podía hacer a un
lado la ley. Solo había un camino: satisfacer la
exigencia legal de la justicia mediante su sangre.
"La transgresión de la ley de Dios hizo necesaria la muerte de Cristo como sacrificio, para que de esa manera fuera posible que el hombre se librara de ese castigo, y al mismo tiempo se preservara el honor de la ley de Dios"
B. Esta es la gracia obrando ante la justicia. A este acto en
el cual Dios satisface la justicia de la ley para declarar
justo al que cree se le llama: "la justicia de Dios"
(Romanos 1.17; 3.21), que por el momento podría
explicarse como “su modo justo de justificar al injusto”.
C. Cuando Dios justifica a los pecadores, no es que
declare buenas a personas malas, ni tampoco que diga
que después de todo no son pecadores. Lo que hace es
declararlos legalmente justos o rectos, libres de culpa
con respecto a la ley quebrantada, por cuanto él
mismo, en la persona de su Hijo, ha cargado con la
pena que les correspondía por haber quebrantado la
ley.
D. Por ello, Pablo puede reunir en una sola frase los
conceptos de la justificación, la redención y la
propiciación (Romanos 3.24-25). La razón por la cual
somos “justificados gratuitamente por su gracia” es el
hecho de que Jesucristo pagó el precio del rescate y de
que Dios lo presentó como un sacrificio propiciatorio.
En otras palabras, somos “justificados en [por] su
sangre”. No podría haber justificación sin expiación.
Ilustración: En una ocasión, fue traído ante un Juez el
caso de un joven que había hecho destrozos en un accidente automovilístico. Parecía un caso de rutina,
excepto que el infractor era su propio hijo. ¿Qué hizo
este juez? No podía hacer un lado la ley. Así que,
condenó a su hijo culpable. Pero acto seguido, el
mismo bajo del estrado y pagó el costo de los daños
ante la tesorería allí presente. De esta manera el hijo
salió salvo por gracia, pero la ley se cumplió.
EL MEDIO: SOMOS “JUSTIFICADOS POR LA
FE” (ROMANOS 3:28, 5:1).
A. El tercer aspecto en la exposición paulina sobre la
justificación, es el medio por el cual la obtenemos y
está indicado en la expresión favorita de Pablo:
“justificado por la fe” (Romanos 3:28; 5:1; Efesios 2:8)
La gracia y la fe van indisolublemente juntas, por
cuanto la función de la fe es la de recibir lo que ofrece
gratuitamente la gracia.
B. Por consiguiente, cuando como pecadores vamos a
Cristo, colocamos nuestra fe en él, y somos recibidos
por su gracia abundante, entonces se nos da la garantía
de que el Salvador pagó ya nuestra culpabilidad con su
sangre. La gracia de Dios es la fuente y la sangre de
Cristo la base de nuestra justificación. La fe es sólo el medio por el cual somos unidos a Cristo. “Dios
justifica a la persona que cree, pero no porque su creer
sea digno, sino porque Aquel a quien cree es digno”. (La Cruz de Cristo, 256)
C. Quizás fue Martín Lutero quien más intensificó el
papel de la fe en la justificación en su famosa expresión
“sola fide” o sea únicamente por fe, cuando tradujo del
griego el pasaje de Romanos 3:28: “Sostenemos que el
hombre es justificado por la fe sola, aparte de la
observación de la ley”.
Con esto quería acentuar la
verdad de que la fe es el único medio para llegar a la
justificación, “las obras de la ley” quedan totalmente
excluidas, y con ello cualquier esfuerzo, cooperación,
contribución o mérito humano, que pueden producir
jactancia en el hombre como si éste mereciera algún
reconocimiento, cuando toda la gloria se debe a la
muerte expiatoria de Cristo como la única base de
nuestra justificación.
LOS RESULTADOS: “JUSTIFICADOS EN
CRISTO”,
“JUSTIFICADOS POR OBRAS”.
A. Queda un aspecto por considerar, ¿cuáles son los
resultados de nuestra justificación? Creo que podemos
deducirlos sobre la base de otra expresión paulina, a
saber la de que somos “justificados en Cristo” (Gálatas
2:17) y complementada por la expresión de Santiago:
“Ya que el hombre es justificado por la obras, no
únicamente por la fe” (Santiago 2:24).
La primera
expresión –la de Pablo–, alude a nuestra relación
personal restaurada con Cristo. La justificación arregla
la separación producida por el pecado, y nos conduce a
una unión con Cristo. Esta unión espiritual con Cristo,
es la que debe alimentarse cada día a través del estudio
de la Biblia y la oración. A su vez esta relación trae
consigo otros beneficios igualmente importantes.
• Primero. Quién está en Cristo es al mismo tiempo hijo
de Dios, miembro de la familia de Dios en el
cielo y en la tierra y verdadero descendientes
espiritual de Abraham: “pues todos sois hijos de
Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los
que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no
hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer;
porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y
si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de
Abraham sois, y herederos según la promesa”
(Gálatas 3:26-29). Lo que hace justo a Abram no es la suma o calidad de sus obras, sino su disposición a confiar en las obras de Dios a su favor. (Romanos 4:2-4). La religión bíblica tiene que ver más con lo que Dios hace por nosotros, que con lo que hacemos por él. Es por eso que la fe bíblica se basa más en recibir de Dios, que lo que le podemos dar.
• Segundo, el pueblo que integra esta nueva
comunidad, por la cual Cristo se entregó a la
muerte en la cruz, ha de ser “un pueblo celoso
de buenas obras;” y cada uno de sus miembros
ha de dedicarse a ellas. (Tito 2:14, 3:8) Ahora
podemos entender que no hay ningún conflicto
entre Pablo y Santiago. Cada uno está ocupado
de un problema diferente, Pablo enfrenta el
legalismo farisaico de los judaizantes y Santiago
la ortodoxia muerta de los intelectualistas. Sin
embargo, ambos enseñan que la fe auténtica
funciona. Pablo destaca la fe que produce obras
y Santiago las obras que nacen de la fe. (Ver
Gálatas 5:6; 1Tesalonicenses 1:3; Santiago 2:14-26)
• Tercero. Convierte a la iglesia en una comunidad de
esperanza, que mira con humilde confianza
hacia el futuro. Esto es muy importante porque aunque los resultados del juicio están en el
futuro la cruz que es un evento del pasado ha
trasladado sus beneficios al futuro, de tal
manera que podemos decir: “¿Quién acusará a
los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es
el que murió; más aún, el que también resucitó,
el que además está a la diestra de Dios, el que
también intercede por nosotros...Por lo cual
estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni
ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo
presente, ni lo por venir,ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos
podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:33-39)
Estos son los maravillosos resultados de la justificación
en la vida del creyente.
CONCLUSIÓN.
A. Dice una historia ilustrativa que en cierto lugar vivían
dos grandes amigos, extrañamente uno muy pobre y el
otro muy rico. Cierto día el amigo rico vino con el
pobre y le dijo:
– “Tú sabes que yo soy rico, y he decidido
ayudarte. ¿Ves este terreno? Te lo regalo
como una muestra de mi amistad”.
Pero el amigo pobre muy ofendido en su orgullo le
contestó:
– “Jamás lo aceptaré, a menos que te lo
pague”.
Allí terminó aquella conversación.
Tiempo
después, el amigo pobre tuvo un sueño en el cual se
veía así mismo teniendo suficiente dinero para
comprar el terreno que le había ofrecido
gratuitamente su amigo rico. Entonces decidió ir
con él para comprárselo. Tomó el dinero en sus
manos, pero cuando la sacó delante de él para
negociar, sorpresivamente el dinero se convirtió en
ceniza. Entonces despertó. Este sueño le hizo
reflexionar en su actitud impropia cuando su amigo le ofreció el terreno. Y decidió buscarlo para
disculparse.
– “Discúlpame, reconozco que soy pobre y
creo que jamás tendré suficiente dinero
para comprarte el terreno”.
A lo cual su amigo rico le aclaró.
– “Amigo, en verdad yo no te lo quiero
vender, te lo quiero regalar”.
B. Hoy hemos visto un aspecto más de la muerte de
Cristo en la cruz: la justificación por su gracia, por su
sangre, por la fe en Cristo. Una justificación que ha
arreglado nuestra separación producida por el pecado.
De manera que podemos decir que hemos sido
“justificados en Cristo” (Gálatas 2:17).
C. ¿Qué haremos ante este don inmerecido? Creo que no
hay otra forma de responder sino con una gratitud
humilde y sincera.
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