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Caleb 7.0 - Promesas de un Mundo Mejor

LECTURA BÍBLICA: APOCALIPSIS 21:1

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”.

INTRODUCCIÓN

Se dice que en Norteamérica, cuando un indio moría, sus compañeros cavaban una fosa fuera de proporción con el tamaño de su cuerpo. Y es que allí colocan junto a él su caballo favorito, su arco, sus flechas, su cuchillo y otros objetos de su pertenencia. 

Su creencia era que él se levantaría en los felices campos de caza del más allá y querían que estuviese bien equipado. 

Para Jesús, quien murió y resucitó, no hay secretos en cuanto a este tema. Ningún cristiano debe estar inseguro e ignorante porque Jesucristo es la autoridad definitiva en cuanto a la vida después de la muerte. 

Juan vio al Cristo glorificado y, en su visión, le oyó decir: “Y cuando yo le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas: yo soy el primero y el último; y el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos. Amén. Y tengo las llaves del infierno y de la muerte”.(Apocalipsis 1:17,18). 

Las palabras cielo y cielos se usan más de 700 veces en la Biblia. Por supuesto, no todos estos textos se refieren a la morada futura de los salvos, pero muchos sí.

 D. L. Moody dijo: “Si Dios no quiere que hable tanto del cielo, su Palabra no hablaría tanto del mismo”.

La Biblia Promete un cielo real

El cielo en un lugar real. Jesús dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; de otra manera os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. (Juan 14:2,3). 

Jesús no anunciaba algo nuevo. El lugar que está preparando fue la esperanza de patriarcas y profetas, apóstoles y santos de todos los tiempos. Abraham lo conoció: “Porque esperaba ciudad con fundamentos, cuyo arquitecto es Dios”. (Hebreos 11:10). “Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas, y confesando que eran peregrinos y advenedizos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria. Empero deseaban la mejor, es a saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos: porque les había aparejado ciudad”. (Hebreos 11:13, 14, 16). 

Este lugar prometido toma la forma de una ciudad, que se describe con muchos detalles en el capítulo 21 de Apocalipsis. “Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalén nueva que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y llevóme en Espíritu a un grande y alto monte, y me mostró la grande ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo de Dios. Teniendo la claridad de Dios: y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal”. (Apocalipsis, 21:2, 10, 11). 

¡EL CIELO EN LA TIERRA!

Estos maravillosos versículos contestan una pregunta bastante persistente acerca de la localización de la futura ciudad. 

Muchos cristianos piensan en el cielo como estando arriba en alguna parte, pero no saben exactamente dónde. El tema queda siempre demasiado en el aire, sin embargo, Juan vio la santa ciudad que descendía del cielo sobre esta tierra. Cuando Dios sitúe esta maravillosa ciudad sobre nuestro planeta, entonces tendremos lo que tantos han esperado: “¡el cielo en la tierra!”. 
Jesús dijo en el sermón del monte, carta magna de su reino: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán LA TIERRA por heredad” (Mateo 5:5). 

UN MEDIO AMBIENTE ENTERAMENTE NUEVO

Juan dice: “Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es”, (Apocalipsis 21:1). Dios purificará el lugar con fuego y, con las cenizas de este mundo viejo, creará un nuevo ambiente dónde colocar su ciudad capital, la Nueva Jerusalén. 

El primer cielo, en este versículo, se refiere al cielo atmosférico. La atmósfera contaminada, de ahora, será substituida por la atmósfera vigorizante de la eternidad. Será el cielo para siempre, para el pueblo de Dios, en un planeta renovado llamado Tierra. 

 Personas reales con cuerpos reales

¿Qué clase de gente habitará la Nueva Tierra? 

Habrá cambios muy grandes en la naturaleza del hombre. Pablo dice: “El cual transformará el cuerpo de nuestra bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria, por la operación con la cual puede también sujetar a sí todas las cosas”. (Filipenses 3:21). 

Para la mayoría este cambio será muy apreciado, pues pocos gozan aquí de una perfecta salud. Nuestros cuerpos serán transformados a la semejanza del glorioso cuerpo de Cristo. Tal como era después de salir de la tumba. 

¿Fue real la resurrección de Cristo? o ¿fue Él solamente una entidad espiritual? Si podemos contestar esta pregunta, podremos saber con seguridad la naturaleza de nuestro propio ser en la vida futura. Pues se nos dice claramente que seremos semejantes al Cristo resucitado. 

Jesús realizó varias apariciones entre su resurrección y su ascensión. Los informes muestran que había ciertamente algo diferente y maravilloso en su naturaleza resucitada. 
También muestran que Él era real. Después de todo, la resurrección de su cuerpo fue el gran hecho en el testimonio de los apóstoles para establecer la comunidad cristiana. 

Cuando Jesús se presentó a los discípulos en el aposento alto y dijo: “Paz a vosotros”, Lucas nos dice: “Entonces ellos espantados y asombrados, pensaban que veía un espíritu. Mas Él les dice: ¿Por qué estáis turbados y suben pensamientos a vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy: palpad y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y no creyéndolo aún ellos de gozo, y maravillados, díjoles: “¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces ellos le presentaron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él tomó, y comió delante de ellos”. (Lucas 24:37-43). 

Asustados los discípulos creían que era un espíritu. Pero Jesús los libró de las dudas. Les pidió que hicieran una prueba, que mirasen sus manos y sus pies, y aún que lo tocasen. Luego aseguró: 

“Un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo”, y para dar una mayor evidencia, pidió comida y comió en presencia de ellos. La Biblia dice que los redimidos comerán y beberán durante su vida futura, en el reino de Dios. No será un mundo sobrenatural de fantasmas y espíritus desencarnados, sino un hogar real para personas reales. 

La alegría del trabajo

"Porque he aquí que yo creo nuevos cielos y nueva tierra: y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Y edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán, y otro morará; no plantarán, y otro comerá: porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos perpetuarán las obras de sus manos”. (Isaías 65:17,21, 22). 

Edificar y plantar proporcionan gozo y satisfacción a los redimidos.

Isaías no quiere decir que solo nos limitaremos a edificar y plantar. Él menciona estas actividades para ilustrar la realidad de la vida futura. El cielo será un lugar real para gente real, dedicada a ocuparse en una infinita variedad de cosas.

HOSPITALES INNECESARIOS

He aquí una buena noticia: “El morador no dirá: Estoy enfermo” (Isaías 33:24). No hay necesidad de hospitales, ni ambulancias, ni medicinas.

“Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oidos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. (Isaías 35:5,6). Cada persona disfrutará de abundante salud. 
Habrá siempre inagotables reservas de vibrante energía. “Correrán, y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán”. (Isaías 40:31).

Pero esto es solamente una parte del maravilloso relato. El apóstol Juan nos dice: “Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni color”. (Apocalipsis 21:4). Aquí está la respuesta del cielo para cuatro de las calamidades básicas de la humanidad: miedo, tristeza, dolor y muerte. 

El mundo tiene muchas medicinas, pero solo hay uno que puede realmente curar. 

NADA DE PAN Y MUCHO MENOS

Amigos, hemos tenido política durante seis mil años, y la mayoría de los seres humanos aun no tienen pan.

Yo estoy seguro de que no podría hacerlo mejor que nuestros políticos. Muchos de ellos son muy sinceros y bien intencionados. Han ensayado toda clase de sistemas, y nos parece que hoy estamos tan lejos, o acaso más, de la solución, que en cualquier época anterior. 
Pero supongamos que yo acepto el desafío y tengo más éxito en mis planes sociales que el que han tenido los expertos. Supongamos que soy capaz de organizar la libertad, igualdad y fraternidad, libres de la escasez, del miedo y de la guerra en toda la tierra. 
¡Cada hombre tiene su hogar, su negocio o su granja o su fábrica o su trabajo, gracias a unas nuevas y maravillosas leyes dadas por medio de las cámaras legislativas! 
La sociedad está constituida por individuos, pero la familia es la base. Aquí está Jaime, su mujer y cuatro chicos. Han tenido una terrible lucha, pero ahora están confortados, prósperos, y felices, debido a mi dirección y a la nueva política. 
No hay duda de que yo sería bastante popular y de que Jaime emplearía mucho tiempo en cantar mis alabanzas. Pero el tiempo pasa. Los chicos terminan su curso de agricultura, tienen su propia granja y son prósperos como su padre. No tienen deudas, ni problemas, ni preocupaciones. ¡Maravilloso! Excepto en una cosa. 

Jaime tiene ahora sus 60 años. Anda un poco inclinado y está algo lisiado de su pierna izquierda. Es solo reumatismo, pero, sin embargo, me llama y me pregunta si no puedo lograr otra ley a través del congreso que de alguna manera logre volver hacia atrás el proceso humano. “No hay prisa, pero no lo deje para demasiado tiempo, amigo, pues la rodilla izquierda y tres vértebras, algunas veces me duelen mucho”, dice Jaime.

Pero yo sé que mi política no le será de gran ayuda, y le recomiendo a un buen médico. Desgraciadamente este también tiene sus limitaciones. Diez años más tarde visitó a Jaime. Tiene en abundancia las comodidades humanas; mucho más dinero que el que necesita. Tiene una silla de ruedas y un bastón de paseo: todo lo mejor que el dinero puede proporcionar. Pero bastante angustiado me señala sus rodillas y su espalda, mientras dice: “¿Cuándo entrará en vigor la nueva ley, amigo? 

“Ahora ya no tardará mucho Jaime”, contestó y rápidamente cambió de tema. Cinco años más tarde estoy otra vez en el distrito pasando por delante de su hermosa finca. Cuatro coches están aparcados delante de la casa. Aparentemente los chicos están allí. 

Debe ser una reunión familiar. Decido entrar y ver a la familia. Todo está extrañamente tranquilo, y es solo al acercarme a la puerta noto que las persianas están bajadas. Encuentro a tres de los muchachos en la cocina. Contentos de verme, pero con una extraña quietud y con lágrimas en sus ojos. Encuentro al cuarto en el salón con un brazo sobre su madre que está sollozando. Se ve que está deshecha. Con una breve sonrisa me dice: “La nueva ley ha tardado demasiado. ¡Jaime murió hace una hora!”.

NO MÁS MUERTE

“Lo siento, lo siento mucho. ¿Hay algo que yo pueda hacer? Por favor, permitan que les ayude. ¿Pero qué puede hacer un hombre en estas circunstancias?

“Me temo que no mucho, al menos, quizás, que usted pueda encontrarnos a un predicador, uno de aquellos predicadores bíblicos de la vieja escuela —alguien que pueda traernos un poco de consuelo para esta hora— un poco de fe para hoy—y un poco de esperanza para el mañana”.
¡Sí, esto es! El plan de Dios para el futuro es el único que yo conozco que pueda atender a todas las necesidades básicas del ser humano. Piense en esto: no más muerte. 
¡Ni una tumba, ni un cementerio, en ningún lugar del nuevo mundo de Dios! Ni accidentes, ni enfermedades, ni vejez que pongan fin a la vida. 
Un corazón quebrantado delante de un ser querido quien se muere y se despide con un agonizante adiós, será allí cosa desconocida. Y a través de toda la eternidad los redimidos vivirán, explorando cada vez más profundamente el significado del amor; gustando de los goces imperecederos; penetrando en las profundidades de la sabiduría infinita y no teniendo nunca la aparición de la muerte cruel.

LA MEJOR NOTICIA

¡Pero la mejor noticia es que Jesús quiere que usted y yo estemos allí! El cielo está tan solo a la distancia de una oración. 

Cuando Jesús estaba en la cruz entre dos criminales un gran milagro de la gracia salvadora tuvo lugar. 
Uno de aquellos condenados se volvió a Jesús y ofreció una simple oración: “Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. (Luc. 23:42). 
Los hombres pudieron clavar a Nuestro Señor en la cruz, pero no pudieron privarle de salvar a un alma. Sin vacilar Jesús contestó: “Estarás conmigo en el paraíso” (versículo 43). 
Supongamos que tuviésemos que pagar por la vida eterna en el reino de los cielos, o que tuviésemos que ganárnosla. ¿Cuánto costaría? 
Al terminar la segunda guerra mundial muchas personas decidieron dejar los países de Europa devastados por la guerra y buscar la paz y una nueva forma de vida en otras tierras, lejos de escenas de luchas y privaciones.
Algunas se dirigieron a Canadá; muchas fueron a Estados Unidos de Norteamérica; otras emigraron a Australia. 

¡Un sorprendente encabezamiento apareció en el periódico de la ciudad en Wellington, Nueva Zelanda! 

La noticia daba cuenta de la historia sencilla pero impresionante de un hombre que había ofrecido vender uno de sus ojos en el banco de ojos por mucho dinero para pagar el pasaje de su mujer, el suyo, y el de sus dos hijos hasta Nueva Zelanda. Su nombre era Guillermo Dodson, y él hizo constar: “Prefiero gozar de paz y prosperidad en Nueva Zelanda con un ojo, que quedar aquí expuesto a la repetición de estos seis últimos años, con dos ojos”. Pensad en esto.

Un ojo por la esperanza de paz y prosperidad y una nueva vida en un país lejano allende los mares. Jesús nos ofrece un hogar permanente en su Nuevo Mundo, donde todo problema que aflige a esta humanidad será resuelto para siempre. ¡Y nos lo ofrece absolutamente gratis! 

Nadie puede comprar la vida eterna. Nunca podemos ganar nuestra salvación. La vida eterna es un don de Dios. No se puede ganar, ni obrar, ni merecer; es un don pagado completamente por Cristo y ofrecido gratuitamente a nosotros por la Gracia de Dios. 

Para recibir un regalo solo hemos de alargar la mano y tomarlo, y es nuestro. “Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. (Juan 1:12). 
La vida eterna es un regalo y se puede recibir en un instante. Probablemente has recibido un regalo en vuestro último cumpleaños, o quizá por Navidad o Reyes. ¿Demoraron una semana en obtenerlo? Difícilmente. Así es con la vida eterna. Es el mayor don que Dios haya jamás hecho al hombre. “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Romanos. 6:23). 
Debemos tomarlo por fe. La fe es la mano del mendigo alargándose para recibir el don de Dios. El motivo para la vida cristiana es el agradecimiento por el regalo o dádiva que Dios nos entrega.

¿Aceptas la vida eterna en Cristo Jesús? 

¿Aceptas su promesa de un hogar en el lugar que ha ido a preparar? 
Antes de terminar nuestra reunión esta noche, quiero sugerirles que cada uno, en el auditorio, se una a mí para pedir a Jesús que nos reserve un lugar en las mansiones que está preparando.

CONCLUSIÓN

Uno de nuestros evangelistas presentaba el tema de “la vida después de la muerte”. Anunció que debían pedirse reserva de asientos en la sala, porque esperaba que la asistencia sería mucha. Y como lo pensaba, el público pidió reservas de asientos en una gran parte de la amplia sala de conferencias. 

Al poco tiempo de abrir las puertas, un caballero ya de edad, que no había pedido reserva, pasando más allá de la sección no reservada, fue hacia el frente y se sentó en un lugar que ya estaba reservado para otro. Los recepcionistas se lo reprocharon, pero en vano. 

Dijo sencillamente: “Este asiento me gusta, estoy feliz aquí y si no les importa me quedaré” 

Un recepcionista llamó al predicador quien explicó, al buen hombre, la situación con la máxima amabilidad. 

Cuando lo hubo comprendido aceptó de buen agrado pasando a la parte de asientos no reservados. Pero mientras iba, le vino una inspiración repentina y dando la vuelta dijo al predicador: “No olvide que no hay reserva de asientos en el cielo."

Podemos imaginaros cuán confundido se sintió el predicador- ¡Ojalá, no hubiera dicho al hombre que cambiase de sitio! Pero mientras lo pensaba, comprendió que el asunto era algo más serio. Corrió hacia el anciano, se apoyó en su brazo y le dijo: “Perdone, señor, ¿le entendí correctamente? ¿Dijo Ud. que no habrá reserva de asientos en el cielo?” “Sí, señor, dije exactamente esto. No habrá reserva de asientos en el cielo”.

“Ahora perdóneme, amigo, pero tengo un mensaje importante para usted ¡La verdad es que, de acuerdo con la Palabra de Dios, no hay otra posibilidad! ¡Si alguien no tiene reserva, no será admitido!” 

¡Pero habló de “una herencia incorruptible, RESERVADA EN LOS CIELOS para nosotros (1 Pedro 1:4) ¡Pero será reservada para nosotros si nosotros la pedimos! 

Sí, amigos, debemos hacer la reserva, y la mejor noticia es que podemos hacerla aquí y ahora. Todo lo que necesitamos hacer es decir: “Señor Jesús, quiero obtener un hogar permanente, feliz y pacífico en el lugar maravilloso que has ido a preparar. Por favor, resérvame un sitio para mí”.
La vida, en el mejor de los casos, en este mundo es indudablemente breve y a menudo desconcertante, decepcionante, desesperanzadora. Aunque no seáis exactamente “extraviados, entrampados y atribulados”. 
Pero les he presentado esta noche de parte de la Palabra misma de Dios, la esperanza de una vida eterna en un mundo mejor — un hogar que Jesús fue a preparar — “Voy a preparar lugar para vosotros”, dijo Jesús. 
Este lugar satisface toda necesidad. Allí tendréis la plenitud de goces anhelados. Ningún lenguaje humano puede describir aquella gloria. “Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni han subido en corazón de hombres, son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman”. (1 Corintios 2:9). 
Excederá las mayores esperanzas, los más brillantes sueños y, lo mejor de todo, será real y para siempre. 

 APELACIÓN

¿Cuántos están preparados, esta noche, para “alcanzar la vida”, la vida sin fin en el mundo mejor que Jesús prepara? ¿Cuántos desean unirse a mí y decir: “¡Señor Jesús, resérvame un lugar en el mundo mejor!?” Por favor, levanten sus manos. Dios les verá. Se complacerá en hacer la reserva ahora mismo. 

¡Dios les bendiga!

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